jueves, 3 de febrero de 2011

El camino de la sociedad



El Universal
Sección: Editorial
Género: Opinión
Publicación: 03 de febrero de 2011.
Autor: Luis Maldonado Venegas

Aunque dispares y hasta confusos, los números que dejó el terremoto del 19 de septiembre de 1985 en la ciudad de México son estremecedores: de seis a siete mil muertos, según el gobierno; 26 mil, de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina (Cepal), y 35 mil, en datos de diversas organizaciones de damnificados.

Además: 40 mil heridos, 30 mil viviendas destruidas, 400 edificios arruinados, todos los servicios públicos colapsaron: fallaron el agua potable, la energía eléctrica, las líneas telefónicas y el transporte público; importantes vialidades quedaron bloqueadas y el Distrito Federal quedó prácticamente incomunicado del resto del país.

Pero en medio del dolor, de la adversidad y de la angustia, e inclusive ante una respuesta del gobierno que a muchos pareció lenta ante la magnitud de la emergencia, la solidaridad se manifestó en todas partes.

La sociedad solidaria rescató cuerpos y sobrevivientes, habilitó albergues, repartió alimentos y ropa, distribuyó agua, ¡organizó el tráfico!, vacunó, previno, vigiló. Maestros y alumnos formaron brigadas estudiantiles. Surgieron Superbarrio y la Asamblea de Barrios en demanda de viviendas. El terremoto generó el surgimiento de un grupo rockero: Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio. Hacia fines de octubre, 40 organizaciones vecinales crearon la Coordinadora Única de Damnificados (CUD), con la cual, en mayo de 1986, Manuel Camacho Solís firmó el Convenio de Concertación Democrática para la Reconstrucción, suceso mediante el cual se reconoció como interlocutores a ciudadanos organizados.

Desde entonces la sociedad ha ido tomando posiciones en materia de migrantes, derechos humanos, derechos civiles, seguridad ciudadana, lucha contra la delincuencia, grupos vecinales, grupos urbanos, feministas, ambientalistas, indígenas, culturales y un larguísimo etcétera.

¿Este despertar de la conciencia cívica es producto de la nada? Absolutamente no. Lo que está ocurriendo —y parece que no lo advertimos con suficiente claridad— es que el trípode sobre el que descansa nuestra frágil democracia: Estado, sistema político y sociedad civil, está renqueando. Uno de sus principales soportes, el sistema político que debiera ser el espacio de mediación con la sociedad civil, hace rato que está dando señales de disfuncionalidad.

Parafraseando al sociólogo francés Alain Touraine, la lógica que desciende del Estado hacia el sistema político y posteriormente hacia la sociedad civil, está siendo reemplazada por una lógica que va de abajo hacia arriba: de la sociedad civil al sistema político y de allí al Estado.

Sin embargo, el sistema político, que debe buscar la unidad a partir de la diversidad social, no está cumpliendo con esa función vinculante; todo lo contrario, está subordinándose paulatinamente al interés personal de falsos redentores y a poderes fácticos. Touraine advierte, palabras más o menos, que si el Estado, el sistema político y la sociedad civil no mantienen su autonomía, se reconocen y se regulan entre sí, la sociedad civil puede romper con toda relación de intermediación con el Estado (el sistema político), y propiciar así el quebrantamiento y aun la inexistencia de la democracia.

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Nada más, nada menos.
Secretario de Educación Pública del gobierno del estado de Puebla

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