El Universal
Sección: Editorial
Género: Editorial
Publicación: 09 de febrero de 2011
Autor: Universal
A menos de 24 horas de que el subsecretario del Ejército de Estados Unidos, Joseph W. Westphal dijera —y se desdijera— que los cárteles mexicanos de la droga son una forma de “narcoinsurgencia” que podría tomar el control del gobierno, la secretaria de Seguridad Nacional, Janet Napolitano, señaló que su país ha tomado previsiones para enfrentar una hipotética alianza entre un cártel de drogas, como por ejemplo Los Zetas, y la red terrorista Al Qaeda.
La funcionaria parte del temor que hay en su país de que la porosa frontera con México sea el punto de encuentro ideal entre criminales y terroristas, que culmine con atentados a objetivos estadounidenses. En una comparecencia ante el comité de seguridad nacional de la Cámara baja, Napolitano expuso la necesidad de seguir ayudando México en su lucha contra el crimen organizado, pero también de reforzar la vigilancia fronteriza para evitar que el paso de migrantes sea la puerta al terrorismo internacional.
Este discurso no es nuevo, la secretaria de Estado Hillary Clinton ya lo ha dicho. Ella parte de fantásticas convergencias criminales, sin un sustento en hechos duros hasta la fecha. En los condenables atentados a las Torres Gemelas de Nueva York en 2001, Al Qaeda no necesitó refuerzos de ningún grupo criminal conocido en el mundo y la estancia en EU de los terroristas que los cometieron era legal.
Por eso preocupa que se hable de reforzar la guerra de México contra las drogas, así como de sellar la frontera a los flujos de personas. Es una visión limitada que sólo considera la represión a los inmigrantes y la venta de más armas.
No hay compromisos para abatir el consumo de estupefacientes —origen del circuito económico que da vida al fenómeno—; no hay avances en lavado de dinero en su sistema bancario; no se sabe de detenciones de grandes capos estadounidenses o de policías o funcionarios corruptos mientras la droga fluye sin control por las venas de aquel país; cada vez se documentan allá más “hoyos negros” en materia de seguridad interna, ajenos a cualquier control de México.
Más que elaboradas teorías del complot, que suenan más a pretexto intervencionista que a un genuino espíritu de colaboración, lo ideal sería escuchar lo que Estados Unidos está dispuesto a hacer en su territorio, con sus delincuentes y con sus adictos, para conjurar el origen del problema de las drogas y de paso atajar cualquier tentación terrorista internacional.
Ahí sí estaríamos hablando de soluciones constructivas y no sólo de ficciones.
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