miércoles, 16 de febrero de 2011

[Joaquín López Dóriga. . En privado] La guerra de los pasteles



Cuando el pasado jueves 3, en el Museo de Orsay, en París, el presidente Felipe Calderón inauguró con Nicolas Sarkozy el Año de México en Francia, nunca pensó que este evento sería el principal damnificado por la actual crisis diplomática entre los dos países, desencadenada por aquel afable anfitrión francés, crisis que ha llevado la relación al peor momento desde, podríamos decir, el siglo XIX.
El problema, para Sarkozy, lo desató el tribunal colegiado mexicano que negó el último amparo a Florence Cassez, sentenciada por secuestro a 60 años de prisión; y para Calderón, la necia injerencia de aquél para llevársela y cumplir la condena en Francia, lo que no está garantizado.

Desde su viaje oficial a México, en marzo de 2009, Sarkozy hizo de Cassez el tema de su visita. Lo trató con Calderón en el encuentro privado y públicamente en la conferencia de prensa, en su intervención en el Senado, a pesar de las sugerencias para que no lo hiciera en aquel foro, lo que allí mismo denunció desde la tribuna, y en su encuentro con la comunidad francesa.

El caso se le convirtió en una obsesión de conveniencia política por su bajo nivel de reconocimiento entre los franceses, utilizando el recurso de crear un conflicto con el extranjero para reposicionarse internamente.

Lo que Sarkozy no calculó fue la reacción de Calderón al anular el Año de México en Francia con el impacto que eso ya tuvo al cancelar 350 eventos culturales en 2011.

Sarkozy dijo que ayer mismo llamaría a Calderón por teléfono. Por la noche no lo había hecho.
El siguiente movimiento es del francés, no veo al mexicano haciéndolo, aunque le haya abierto una rendija: bajar a Florence del Año de México en Francia, que Sarkozy convirtió en el Año de Cassez.

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