Para el presidente Felipe Calderón la alianza más difícil de digerir, estamos hablando de la primavera de 2010, era la de Oaxaca por la relación Gabino Cué-López Obrador y por los agravios que le debían, alianza de la que fue impulsor Santiago Creel.
No había superado sus insultos, escarnio, descalificaciones y el desconocimiento a su investidura; tampoco la estrecha relación con López Obrador con el que Gabino recorría todos los rincones de Oaxaca, ni el fragor del conflicto poselectoral que estuvo a punto de impedir su protesta en el Congreso.
A partir de ahí comenzó la operación desde el compromiso de Cué, en caso de llegar al gobierno de Oaxaca, de reconocer a Calderón como presidente constitucional.
De esos compromisos se escribieron varios borradores, hasta que fue aceptado en Los Pinos y de ahí se derivó un alejamiento físico de AMLO en Oaxaca, se dijo que para no perjudicar el proyecto Cué, y el respaldo abierto del PAN y sus operadores.
El resultado del 2 de julio de 2010 en Oaxaca, un PRI derrotado por la alianza PRD-PAN -PT-Convergencia y el Panal, era impensable unos meses antes, como lo era en Puebla y en Sinaloa, donde las alianzas se impusieron al priismo y a sus métodos.
Aquellas victorias confirmaron que la única herramienta para derrotar al PRI era la alianza de todos, izquierda y derecha, PRD-PT-Convergencia-PAN, con un ex priista, y de ahí derivaron el método para las elecciones del Estado de México, en julio, y a las presidenciales del año que viene.
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