jueves, 3 de febrero de 2011

[Joaquín López Dóriga. En privado] Eligiendo al enemigo



Cuando este país estuvo a punto de caer en una crisis constitucional, 1 de diciembre de 2006, ante la posibilidad real de que Felipe Calderón no pudiera protestar el cargo de Presidente de la República por el boicot del PRD-PT y Convergencia, el PRI le dio presencia y quórum para cumplir ese requisito esencial y evitar el caos a falta de jefe del Ejecutivo.

Aquella mañana San Lázaro amaneció con la tribuna tomada, las puertas cerradas con cadenas y candados y el sistema de votación electrónica desactivado para impedir pase de lista y la construcción del quórum legal. En aquel momento nadie podía asegurar que Calderón tomaría posesión del cargo, que era la estrategia opositora, impedirlo a como diera lugar.

En medio de aquella incertidumbre, los diputados y senadores del PRI ingresaron al salón de sesiones de San Lázaro agitando banderitas de México, siendo recibidos con una ovación por los legisladores del PAN y con alivio por Felipe Calderón que, en el Viaducto, aguardaba que los alcanzara la caravana de Vicente Fox con la banda presidencial, que había salido tarde a su cita.

Aquella mañana no había nadie más agradecido al PRI que el presidente Calderón y el PAN.

Pero en el correr de su gobierno y la posibilidad alcanzable de que en 2012 el PRI regresara a Los Pinos en la persona de Enrique Peña Nieto, aquel reconocimiento no sólo fue menguando, sino cambiando, hasta llegar al punto de que el PRI se ha convertido en el enemigo a vencer por el PAN-gobierno, y el PRD-PT-Convergencia, en su mejor aliado electoral para vencerlo, por encima de aquel voto inicial priista y de aquellas afrentas imperdonables, pero por lo visto superadas. Ahora en este vuelco, el PAN y a Felipe Calderón parecen haber elegido a su enemigo electoral, el PRI, y a su aliado, el PRD con el PT y Convergencia.

Esta alianza electoral tendrá un efecto en la construcción de acuerdos de gobierno, pues el PRI no acepta el doble rol de enemigo electoral y aliado legislativo.
Es el precio, riesgo dicen algunos, de elegir enemigo y cambiar de aliado.

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