martes, 15 de febrero de 2011

[Leo Zuckermann. Juegos de poder] Hace bien Lázaro



Es lógico que Lázaro Cárdenas Batel haya rechazado la oferta de dirigir al Partido de la Revolución Democrática: no tiene nada, absolutamente nada, que ganar.

Se trata, para empezar, de un partido dividido hasta la médula. Nada nuevo hay en esta historia aunque todo indica que, a diferencia del pasado, las divisiones son más virulentas por la falta de un “líder moral”, al estilo de Cuauhtémoc Cárdenas, que actúe como mediador de los conflictos internos.

Las divisiones dentro del PRD no sólo son ideológicas (como en el tema de las alianzas con el PAN), sino de intereses, sobre todo en el reparto de los recursos más valiosos que controla un partido político en México, es decir, el dinero de financiamiento público y el monopolio de las candidaturas de elección popular. El próximo presidente del PRD va a tener que tomar decisiones importantes en estos temas: sí o no a las alianzas con el PAN y cómo repartir el dinero y las candidaturas entre las distintas tribus del partido.

Ni el mismísimo rey Salomón, con toda la sabiduría que tenía, podría dejar contentos a todas las tribus del PRD en cada una de estas decisiones. Si el próximo presidente del partido se inclina a favor de las alianzas, los anti-aliancistas se le vendrán encima, y viceversa. Ni se diga en el reparto de los dineros y las candidaturas entre bejaranistas, lopezobradoristas, chuchistas, ebrardistas y demás facciones partidistas. En este sentido, el próximo dirigente perredista, para seguir con las analogías bíblicas, debe contar con la paciencia de Job: aguantar con sacrificio las penurias de todas las grillas de sus “compañeros” de partido.

Lázaro Cárdenas Batel me parece que no tiene ni las ganas ni el carácter ni el grupo para soportar esta carga.

El ex gobernador michoacano no es un político nato al que le apasione el ejercicio del poder. Tiene, más bien, otras pasiones en su vida. Si se metió a la política fue casi por destino manifiesto de la familia a la que pertenece. Es nieto de un presidente revolucionario e hijo de un político histórico. Pero, a pesar de este bagaje, lo suyo, lo suyo, no es la política.(…)

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