viernes, 11 de febrero de 2011

[Leo Zuckermann. Juegos de poder] ¿Aristegui o Calderón?



Muchos me han pedido que opine sobre el caso de Aristegui. Con gusto lo hago. Era radioescucha frecuente de su programa. Creo que Carmen es una de las mejores entrevistadoras de México. Incluso, en este espacio, he llegado a citar entrevistas de su noticiero. No comparto, sin embargo, la manera de hacer periodismo de Aristegui. Tiene, sin duda, una postura política comprometida con una causa. Desde luego que se vale y, al parecer, es muy exitoso por los altos índices de audiencia que tenían sus programas. 

En lo personal me gusta más el periodismo objetivo y plural donde, como dice mi estimado Pepe Cárdenas, “se escuchan todas las voces”. No obstante la manera de hacer periodismo de Carmen, creo que su espacio era obligado para enterarse de lo que piensa una parte de la sociedad política de este país. En este sentido, espero que Carmen regrese pronto al aire.

En cuanto a su despido de MVS, desgraciadamente el asunto ya se convirtió en un asunto de fe. O se le cree a Aristegui, quien argumenta que su despido obedece a un berrinche presidencial, o se le cree al presidente Calderón, quien dice que él no tuvo nada que ver. Veo que unos le creen a Carmen, otros a Felipe. En lo personal me chocan estos dilemas de tener que tomar partido sin más evidencia que pura especulación.

MVS podría aclarar quién dice la verdad. Pero, aunque lo haga, el que aparezca como mentiroso pues dirá que la empresa también miente. En suma, este caso ya se convirtió en uno de esos típicos asuntos de la vida pública mexicana donde pesa más la fe que los hechos. Yo los asuntos de fe los reservo para el ámbito religioso-espiritual. Algunos de ustedes le creerán a Aristegui. Otros a Calderón. Yo me declaro escéptico esperando, como dije arriba, que la periodista vuelva pronto a la radio.

Hasta acá el tema de Carmen. Sin embargo, quisiera opinar sobre un tema colateral a este escándalo. Tiene que ver con el supuesto alcoholismo del Presidente. Aquí la evidencia demuestra que Calderón no tiene una adicción al alcohol. Conozco gente con esta enfermedad y sé que no hay manera de esconderla, mucho menos cuando se trata de una figura pública como el Presidente. Entonces, ¿por qué caracterizarlo como un borracho consuetudinario?(…)

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