- Boy scout
- Explorar alternativas
- Presunta censura
- Paradoja justiciera
Va en demérito de la investidura presidencial mexicana, pórtela quien la porte, el titubear y en esa medida poner en duda las razones históricas y prácticas que impiden de manera tajante el uso de armas a agentes extranjeros acreditados en el país por la vía diplomática.
Pero Calderón así se vio ayer ante Obama en una conferencia de prensa dedicada a las relaciones entre México y Estados Unidos que en términos periodísticos internacionales fue rebasada por el tema de Libia: nervioso o solamente impreciso, desconcentrado en ciertos momentos, metido en un falso duelo de elogios mutuos con el presidente americano, claudicante en el tono y el fondo de sus anteriores críticas a la descoordinación institucional gringa y al poco esfuerzo efectivo en materia de control de armas luego llevadas a los cárteles mexicanos, dispuesto obsequiosamente a ofrecer, casi ya a entregar, a un mexicano, El Piolín, antes siquiera de que le fuera formalmente solicitada su extradición, comprometido dolorosamente a explorar vías alternas, creativas, de mente abierta, para dar seguridad armada a quienes son enviados del norte para controlar la colonia fallida.
Desde luego, las actitudes y palabras desplegadas en la reunión con periodistas no fueron sino un pálido reflejo de lo que con crudeza y rudeza habría de tratarse en los momentos sustanciales de la posterior reunión privada y de lo cual nos enteraremos con veracidad solamente si San Wikileaks logra milagros futuros.
Pero, a cambio de la muy volátil promesa obámica de hacer algo para las armas y dinero que van de Norte a Sur, el mexicano hizo piruetas orales para decir que sí buscará atender la exigencia gringa de portar armas, a tal grado que platicará con los miembros del Congreso, en especial con los senadores, para explorar las alternativas.
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