jueves, 16 de junio de 2011

Razones para no llorar



La Jornada Aguascalientes
Género: Opinión
Publicación: 15 de junio  de 2011 – 10:59
Autor: Vicente Pérez Almanza

Las personas tienen, cada una, razones suficientes para hacer y deshacer. Sus motivos, sus ideales o frustraciones, sus sueños o sus fantasmas, en conclusión, todos tienen una razón, pero a veces ni uno mismo la entiende. Cierto día tuve motivo suficiente para salir a caminar y con un poco de arrojo: trotar o correr por uno de los tantos parques de Aguascalientes. Ese día estaba decidido a caminar o trotar por espacio de unos 30 minutos.
Caminar por las mañanas para muchos resulta una rutina casi militar o religiosa, como quienes andan por al Jardín San Marcos o todas esas personas que ya sea dentro o fuera del Parque Rodolfo Landeros se ejercitan día a día; qué decir de quienes van al Cerro del Muerto y sentir que en los primero minutos ellos serán parte de ese nombre por la falta de aire y el ardor en las piernas. Sea a donde sea que vayan, cada quien tiene su motivo para hacerlo.
Mientras caminaba buscaba en las copas de los arboles a las famosas ardillas de San Marcos, y podía escuchar la música de la banda sinfónica Municipal interpretando curiosamente y para sentirme más ad hoc con el momento, la famosa “Pelea de Gallos”. Esta es una perfecta estampa visual de lo que debe ser salir a caminar por Aguascalientes. En el Jardín de San Marcos puedes encontrar todo tipo de personas, cada una con sus motivos para estar ahí; hay quienes cómo yo, salen a caminar, hay los que en grupo hacen tablas gimnásticas, allá por el kiosco hay un par de tipos ejecutando movimientos de artes marciales. Observo a las personas paseando con sus perros, a personas de la tercera edad caminando ataviados en felpa colorida y perfectamente coordinada.
Por las mañanas, y siguiendo ese adagio que reza, “al que madruga Dios lo ayuda”, el personal de limpia hacen su trabajo, ellos llevan su propio ritmo, cumbias , música banda a todo lo que da y un poco de Javier Solís. Son sus gustos, yo sólo me dejo llevar y sigo pensando en el ¿qué vendrá?
En aquellas bancas bajo los árboles, varios personajes adornan el recorrido y lo hacen más entretenido. Los hay saludadores y quienes ni se inmutan ante el paso de los paseantes. A los que saludan con una sonrisa, les devuelvo el gesto: “¡buenos días!”, mientras levanto la mano.
Las vueltas al jardín han sido constantes, pero no dejo de extrañarme ante una imagen que me perturba que de un momento a otro me quita la tranquilidad y la buena vibra de salir a caminar temprano; sigo mis pasos acelerados uno tras otro y cada vez más cerca: un tipo uniformado, de tamaño considerable, gorra y gafas en mano, mientras que con la otra seca unas lagrimas.
Ver a un policía llorar es como perder la esperanza de golpe. Podrá tener cualquier problema, un mal de amores, un dolor insoportable. Cualquier motivo bueno para llorar. Es humano, puede hacerlo. Sin embargo en este mundo, en estos días es doloroso ver a un guardián del orden llorar. A mis adentros pienso “Él debería mostrar ecuanimidad, temple, fortaleza. ¿Si vemos a un policía llorar, qué podemos esperar de todos nosotros?”
Cada día las personas tienen motivos y razones, por ejemplo: las amas de casa se despiertan temprano ajetreadas a preparar el desayuno de los hijos, los papás salen corriendo y refunfuñando por el tráfico. Los trabajadores de limpia barren los camellones, yo salgo a correr y lo que veo es a un policía llorando. Todos hacen lo suyo. Pienso que al completar la vuelta pasaré junto a él para decirle: “ánimo levántese, haga lo suyo. Un policía no debería llorar”. Mi camino por el parque se ha vuelto amargo, largo y con una ligera sensación de sufrimiento ajeno.
Quizá se sienta muy mal. No sé si ya terminó su turno, o está esperando el cambio. Quizá ahora está comenzando su día de descanso, pero, ¡Qué más da!, es un policía y no lo podemos ver así. Pienso en completar la vuelta y acercarme a preguntar: “¿qué pasa?”, aunque sería impertinente, pienso. Aumentaría mi desconsuelo enterarme de su pena.
Alguien debe guardar la compostura, cada quien tiene sus motivos insisto, sus ideales o frustraciones. Cada quien tiene sus sueños o sus fantasmas, en conclusión todos tienen una razón, aunque a veces ni uno mismo las entiende, sin embargo también cada quien tiene su función y su quehacer. Yo sólo pienso: “Pese a lo difícil que pueda ser la vida, siempre habrá algo maravilloso porque luchar”.
A diario hay cosas buenas y cosas malas; hagamos que prevalezcan las buenas. Hacer las cosas bien, tiene su recompensa.

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