lunes, 27 de septiembre de 2010

Ciro Gómez Leyva. La historia en breve - De qué hablamos cuando hablamos de criminales


Ayer domingo, a eso de las nueve de la mañana, regresaba a pie a mi casa luego de desayunar. En la esquina de Insurgentes y Vito Alessio Robles, una camionetota mal estacionada complicaba la tenue circulación. El tipo sentado al volante acabó de comerse una torta de tamal y aventó con furia los deshechos al pavimento. Parecía uno de esos horribles gringos de dimensiones sobrehumanas que salen en la lucha libre. Pasé de largo sin atreverme a sostenerle la mirada para reprocharle su falta de civismo, sintiéndome un cobarde.

Tampoco lo hicieron dos desvelados patrulleros. Las autoridades del DF me han contado que el after de donde salió, o trabaja, el tipo ése es una cueva de maleantes. Pero que no pueden más que recomendarme que tenga cuidado cuando ande por ahí.

En el desayuno leí el artículo de Juan Ignacio Zavala sobre Julio César Godoy. Sí, nadie con honestidad intelectual dudará que el fin del hoy diputado era conseguir el fuero para dejar de ser un prófugo. Como tampoco cabe ya negar el fracaso cataclísmico del gobierno federal en el michoacanazo de mayo de 2009: 29 de los 35 detenidos están libres; 30 de 36, con Godoy.

Pero, ¿los habrán acusado por pura mala onda política? ¿Cuántos de ellos eran señalados en sus comunidades por sus palpables nexos con el crimen? ¿Cuántos se salvaron por impericia o corrupción?

Quizá el de la torta de tamal sea un buen hombre con facha de facineroso al que en la cruda le salió el animal que llevamos dentro. Pero vendiendo droga, marcando víctimas de un secuestro exprés o simplemente ensuciando la calle, seguirá actuando con la redondez de quien sabe que es remoto que le prueben las malas acciones. De qué hablamos, pues, cuando hablamos de criminales.

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