lunes, 27 de septiembre de 2010

Leo Zuckermann. Juegos de poder. AMLO y Ebrard: los destapes



Las elecciones de julio cambiaron el panorama electoral del país. En el PRD, por ejemplo, los pasados comicios abrieron el juego por la candidatura presidencial entre Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard. Vale la pena recapitular los hechos de una competencia que promete dramatismo y sorpresas.

Tanto el grupo perredista liderado por Jesús Ortega como el que comanda Marcelo Ebrard entendieron que el PRI arrasaría en las próximas elecciones si no había una alianza con el PAN en diversos estados. Con toda seguridad, el tricolor ganaría las doce gubernaturas en juego. Y esto dejaría a los priistas en una posición inmejorable rumbo a 2012. En la opinión pública y publicada quedaría la sensación de que nada pararía a los priistas en su regreso a Los Pinos.

López Obrador, en cambio, se opuso a una alianza con los panistas. Adujo que no tenía caso ya que el PAN y el PRI eran lo mismo. Más allá de esta justificación ideológica, AMLO quería que las alianzas fallaran para luego recuperar el liderazgo del PRD y convertirse de facto en el candidato presidencial de este partido, aprovechando, desde luego, el debilitamiento de Ortega y Ebrard, artífices de las alianzas.

Pero las alianzas ganaron de manera contundente en Puebla, Oaxaca y Sinaloa y se quedaron a un pelito en Durango e Hidalgo. Por donde se vea, un exitazo. En ese momento AMLO entendió que Ortega y Ebrard quedaban fortalecidos y él debilitado. Tenía que reaccionar rápido. El miércoles después de la elección,

López Obrador se destapó en una entrevista radiofónica. Afirmó que él, independientemente de lo que pasara, iba a competir por llegar a Los Pinos. Minimizó el pacto que tenía con Ebrard de que el candidato perredista se escogería en una encuesta en 2011 y anunció un acto masivo para el 25 de julio donde presentó la nueva versión de su "Proyecto Alternativo de Nación". En pocas palabras, se destapó.

En agosto aparecieron muchas encuestas. Todas demostraron un repunte de López Obrador, tanto entre perredistas como en población general. El destape del tabasqueño había generado una ola a su favor.

Supongo que estos datos le preocuparon a Marcelo Ebrard quien, por primera vez en varios trimestres, en lugar de aparecer al alza en las encuestas, iba en retroceso. Y eso, creo, fue lo que lo llevó a destaparse él mismo como candidato presidencial. Lo hizo la semana pasada en diversas entrevistas a propósito de su IV Informe de Gobierno. Sin ambages, dijo que quería ser Presidente y explicó por qué.

Cuando se le preguntó cómo iba a ser la competencia contra AMLO, Ebrard dijo que confiaba en el pacto de las encuestas e indicó que se va a medir al candidato que tenga más posibilidad de ganar la elección presidencial; el que tenga más potencial de crecer en el electorado, sobre todo entre los independientes. Y ahí es precisamente donde cojea López Obrador: si bien es un personaje querido en la izquierda, no crece más allá de este espectro ideológico. Ebrard, en cambio, es percibido como un político más moderado y por tanto con más posibilidades de capturar a votantes independientes.(…)

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