El Universal
Sección: Columnas
Género: Opinión
Publicación: 07 septiembre de 2010.
Autor: Ricardo Alemán
Web: http://www.eluniversal.com.mx/
Los viejos maestros de la política dicen que el poder “se huele”; que es tal su impacto que su presencia deja impregnado el aire por donde pasa y que, por esa razón, hombres y mujeres de la política fueron dotados de un olfato especial, capaz de detectar al poder.
¿A qué huele el poder?
Nadie sabe explicarlo, pero todos o casi todos los políticos saben identificarlo. En su momento, por allá de 1988, el hombre del poder fue Cuauhtémoc Cárdenas; en 1994 lo fue Luis Donaldo Colosio, y en 2000, Vicente Fox. En 2006, el hombre del poder fue Andrés Manuel López Obrador, y hoy, entre 2010 y 2012, la representación del poder se llama Enrique Peña Nieto.
En todos los casos, más que un fenómeno mediático, esos hombres del poder fueron identificados como tales —señalados a ocupar el máximo poder— por los propios políticos, por los aspirantes a un buen “hueso”, por aquellos “sabuesos” del poder que dedican buena parte de su tiempo a buscar e identificar a quienes llevan consigo el olor del poder y que, por ello, se convertirán en hombres y mujeres de poder.
Y hoy —entre 2010 y 2012—, el poseedor de la suerte de “feromonas del poder” se llama Enrique Peña Nieto, gobernador mexiquense y el más aventajado de los presidenciables —en las encuestas—, entre los aspirantes de todos los partidos. Lo curioso es que a Peña Nieto han terminado por identificarlo como “¡el hombre del poder!” no sólo los medios y las multitudes, sino los propios políticos y otros hombres del poder, sean azules, amarillos o de la chiquillería.
Y viene a cuento el tema porque el quinto informe de Enrique Peña Nieto fue una suerte de unción política entre el priísmo. Es decir, que gobernadores, políticos tricolores de medio pelo y líderes de altos vuelos, tratan a Peña Nieto, no sólo como el mandatario mexiquense, no como un gobernador más, y tampoco como un aspirante presidencial.
No, hoy por hoy, Peña Nieto es visto y tratado por la clase política —incluso más allá del trato que le prodigan los políticos del PRI—, no sólo como el virtual candidato presidencial del PRI, sino como potencial presidente de México. Y es que Peña —dicen muchos priístas—, “ya huele a presidente”. Y será el sereno —la versión de que el poder se huele—, pero lo cierto es que Peña Nieto ya actúa como presidente… ¡Claro, como presidente del siglo pasado...!
Y dígalo, si no, el hecho de que el Quinto Informe de Peña Nieto más bien pareció una evocación de los tiempos de Adolfo López Mateos. Por eso la pregunta obliga: ¿el de Peña Nieto es un ejemplo del nuevo PRI que regresará al poder en 2012? Si ese es el nuevo PRI, salta la repregunta: ¿cómo estará el PRI viejo?
Por lo pronto, y ante la evidencia de que Peña Nieto es lo mejor que tienen los tricolores —o si se quiere, lo menos malo—, los jefes del PRI parecen dispuestos a defender “con dientes y uñas” la joya de la corona. ¿Y qué quiere decir eso? Que un sector del PRI parece dispuesto a “la madre de todas las batallas” para impedir que los azules o los amarillos terminen por tirar a Peña Nieto.
Y en esa pelea moverán todas sus fichas para impedir “las alianzas”, no sólo en el estado de México, sino en todas las elecciones estatales a realizarse en 2011. Así, en su mensaje durante el Quinto Informe de su gobierno, Peña Nieto regresó al tema de las alianzas cuando dijo que más grave que el problema de la violencia y el crimen es la amenaza de las alianzas entre proyectos antagónicos que sólo confunden y provocan desconfianza en la política.
El destinatario del mensaje de Peña Nieto era el presidente Felipe Calderón, que ayer mismo se reunió con la cúpula del PRI para negociar el Presupuesto de Egresos y la Ley de Ingresos para 2011. En esa encerrona se habló de alianzas, reformas y pactos. Y quedó claro que no habrá alianza PAN-PRD en el Estado de México y Guerrero, y que con la ayuda del PAN, el PRI le arrebatará al PRD los estados de Baja California Sur y Guerrero. Con esos dos potenciales triunfos para el PRI, y la cancelación de las alianzas entre azules y amarillos, además de un paquete de reformas que juntos pactarán PRI-PAN, se habrá restablecido el acuerdo entre tricolores y azules.
Y para que Peña Nieto llegue con vida a 2012 y ungido como candidato presidencial por el PRI está obligado a empujar como sucesor de su gobierno a un buen candidato. Es decir, que en un descuido Peña podría cometer suicidio político. Al tiempo.
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