Se filtró a un diario de escándalo inglés que la noche del partido amistoso que ganaron a Colombia en Monterrey, el 7 de septiembre de este año, los jugadores de la selección mexicana de futbol se organizaron tremenda fiesta (¡con alcohol y mujeres!).
La filtración regresó en forma de reclamo, censura y sanción para los jugadores, de parte de los medios y de parte de los directivos de la Federación Mexicana de Futbol.
Según algunas versiones, fue la misma Federación la que rentó un salón del hotel para que los jugadores se reventaran sin riesgo, pues era obvio que iban a festejar y dicen que la ciudad de Monterrey no está para irse de antros.
Tanto las críticas de los medios como las sanciones de la autoridad son de risa, como resumió el gran jefe Cuauhtémoc Blanco, pero son algo más: son un ataque a la libertad, a la privacidad y a la fama pública de los jugadores. Son un ataque a derechos de todos que todos debemos defender.
El capitán del equipo Rafael Márquez estableció un criterio fundamental para juzgar el hecho: en el momento de la fiesta, dijo, “la concentración había terminado”, es decir, los jugadores habían quedado liberados del reglamento de conducta a que se obligan mientras están con la selección.
Se trata de un reglamento típico del leguleyismo mexicano: es exigente, riguroso, intachable e incumplible. Y nadie lo ha leído.
Si los jugadores estaban liberados, nadie puede reprocharles que hicieran de su capa un sayo y lo menos que puede exigirse a medios y autoridades es respeto irrestricto a la libertad y la privacidad de los jugadores.
No hubo respeto para ninguna de las dos. Hubo un linchamiento moral que presentó a los jugadores como una tribu de reventados irresponsables, lo cual lesiona su imagen personal y podría incluso lesionar sus carrera.
Un abogado serio podría demandar a medios y autoridades por daño moral. Pero la exhibición punitiva de la fiesta es inaceptable, insisto, por razones generales que nos incuben a todos: porque atentan contra el derecho a la privacidad y a la libertad.
La única crítica que puedo hacer al ágape es indirecta y chocarrera. Se refiere al personal femenino que mostraron los medios haciendo gestiones en la recepción del hotel.
Vi algunas gordichuelas miniatuendadas con las que escribidores pasados de estación como el que esto escribe podría vestirse de luces, pero poco más. Un amigo que pernoctó en el hotel me ha asegurado que no: que las damas estaban de premier league.
Felicidades.
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