El Universal
Género: Opinión
Publicación: 26 de enero de 2012
Autor: Luis Maldonado Venegas
Hacia el siglo III a.C., se hicieron populares en Roma los combates de gladiadores que, habiéndose iniciado como ritos etruscos de significado religioso, pronto se convirtieron en concurridos espectáculos públicos.
El Coliseo romano fue conspicuo escenario de estos feroces encuentros, sobre cuyos trágicos desenlaces se han tejido encontradas versiones. Al final del combate, el triunfador preguntaba al público si perdonaba o condenaba a muerte al luchador derrotado. Una de las versiones es que el pulgar hacia arriba significaba perdón y hacia abajo la muerte. Otra refiere que el pulgar escondido en el puño obligaba al vencedor a tirar su arma al suelo y perdonar al vencido, y si el pulgar era extendido horizontalmente hacia la garganta del gladiador derrotado, no había más que asestar el golpe mortal.
Al parecer, las mismas reglas valían para el emperador en turno. Valga esta referencia anecdótica para imaginarnos la preocupación que sufren algunos jefes de Estado sometidos hoy al escrutinio y al pulgar de las "empresas calificadoras de riesgo", que aprueban o reprueban la solvencia de casi un centenar de países y cuyas consecuencias pueden ir de la vanagloria gubernamental a la tragedia social. Véase cómo están Grecia, Italia, Portugal y hasta Francia, entre otras naciones.
Moody's, Standard & Poor's y Fitch Group son las tres agencias dominantes, reconocidas por la Securities and Exchange Commission de Estados Unidos. Están convertidas en árbitros internacionales en lo político, económico y social, y sirven de referencia para que los dueños del dinero internacional sepan dónde pueden invertirlo sin riesgos, trátese de Estados, gobiernos locales, ciudades o consorcios empresariales.
Por eso es comprensible, de alguna manera, el desacuerdo de algunos jefes de gobierno europeos (Nicolas Sarkozy, de Francia, por ejemplo), con las calificadoras que han puesto en entredicho la flemática solvencia financiera de sus respectivos Estados, porque además, los gobiernos suelen ser los clientes que pagan la calificación con la esperanza de ganar puntos buenos ante el gran capital.
Todo está involucrado: depósitos, financiamiento, indicadores macroeconómicos, inversiones, créditos, deudas, transacciones bursátiles, exportaciones, importaciones, déficit presupuestal, auxilio de emergencia, solvencia, apoyos de organismos internacionales, reservas de divisas, confianza y desconfianza de los muy volátiles capitales del mundo del dinero. Y también, lo subrayo, estabilidad política y social. ¡Ay de los gobiernos que no permanezcan en alerta permanente ante todos los indicadores!
Y aun así, no hay garantía plena: cuando la crisis financiera de Islandia entre 2008 y 2009, los bancos islandeses habían recibido de Standard & Poor's buenas calificaciones… y se hundieron.
Lo cierto es que el pulgar de las calificadoras aterra hoy a gobiernos y flagela a millones de seres humanos.
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