Guerrero no fue Puebla, Sinaloa ni mucho menos Oaxaca. Que no vengan a engañar con el cuento de la fiesta democrática.
Guerrero fue un compendio de suciedades y vilezas para que el partido en el gobierno se mantuviera en el poder. Y la demostración palmaria de que para esta generación de panistas, panistas en el gobierno, perredistas, aliancistas, priistas y priistas conversos, ganar, diría Vince Lombardi, no es lo más importante: es lo único.
Ganar, haiga sido como haiga sido.
Ganar a como dé lugar, porque para ganar, se vale de todo.
Ahora hay un manual: júntate con quien sea, incluso con quien hasta ayer acusabas de asesino: abdica en favor de quien hasta hace unas horas simbolizaba todo contra lo que luchaste.
Y un modus operandi. ¿Quién realmente agredió al punto de dejar semimuerto al perredista Guillermo Sánchez Nava? Puedo ahora hacer público el tracking (encuestas diarias) del Gabinete de Comunicación Estratégica. Manuel Añorve, candidato del PRI, aventajaba 40 a 38 el 6 de enero al aliancista Ángel Aguirre. El 20 de enero, una semana después de la agresión, Aguirre había tomado la delantera 40-37.
Con esa inercia, Aguirre acabó el viernes arriba en el tracking 45-35. Y triunfó en la elección (cifras preliminares) por más de 10 puntos.
La tentación a la violencia estará ahí, pues por lo visto en Guerrero, la víctima es muy rentable.
Viene el Estado de México. Los aliancistas ya saben lo que tienen que hacer para ganar; los priistas, lo que sus adversarios están dispuestos a hacer para que no ganen, y para hundir a Enrique Peña Nieto.
La democracia sucia de 2004-2006 se transmutó en la democracia vil.
Malos, malos presagios.
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