Hoy concluye el gobierno de Mario Marín Torres, que merecidamente ganó un lugar en la picaresca política al ser llamado "góber precioso" por su mecenas, cómplice y adulador Kamel Nacif, en la célebre conversación telefónica en que decidieron "dar un coscorrón", es decir agredir gravemente a la periodista Lydia Cacho, en diciembre de 2005.
Marín Torres hizo una carrera exclusivamente burocrática, en funciones de medio pelo, en que se había mostrado austero y discreto hasta que, llegado a la gubernatura dio cauce a su avidez por los placeres mundanos y por el dinero.
Nacido en el seno de una familia pobre en un poblado de la misma condición (Nativitas, municipio de Cuautempan), estudió derecho en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y al graduarse ingresó en el Poder Judicial local y en el gobierno del estado. Nunca salió de esa entidad en tareas políticas (no fue delegado del PRI ni legislador federal), y a cambio conoció puntualmente los recovecos del poder local. Secretario particular de cinco directores y secretarios de gobernación locales, ascendió al gabinete con el gobernador Manuel Bartlett, entre 1993 y 1999, etapa en que fue subsecretario y secretario del ramo a cuyos titulares había servido. Bartlett mismo lo hizo alcalde de la capital poblana.
En ese su primer cargo de elección, donde permaneció de 1999 a 2002, empezó a mostrarse como era, tras abandonar la opacidad de su trayectoria previa, donde el único rasgo de inmodestia que se permitía era ruborizarse cuando el servilismo de sus subordinados lo comparaba con Benito Juárez.
Siempre viviendo de la política, dirigió el PRI estatal cuando terminó su gestión en la Angelópolis, y su conocimiento del aparato le permitió superar la rala simpatía que le profesaba el gobernador Melquiades Morales, e imponerse como candidato a la gubernatura. La ganó en las elecciones de noviembre de 2004 con holgura (una diferencia de casi 14 puntos frente al candidato panista Francisco Frayle).
Pero quedó claro que la tradicional hegemonía priista en Puebla tocaba a su fin, cuando fueron muy semejantes las cifras de quienes eligieron a Marín y de sus oponentes. Esa declinación del tricolor se acentuó en los comicios federales de 2006, en los que triunfó Felipe Calderón y los candidatos panistas al Senado, uno de ellos Rafael Moreno Valle Rosas, cuyo tenue priismo había quedado oculto por una capa de pintura blanquiazul, y que mañana reemplazará a Marín.(…)
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