miércoles, 19 de enero de 2011

[Héctor Aguilar Camín. Día con día] Umbrales, 2



La entronización de la impunidad como referente público del crimen, invita al crimen. Es un mensaje convocador para los locos, los perversos y los que lindan en sus cálculos y sus pasiones con la tentación de matar.

La entronización del “crimen organizado” como fuente única y rutinaria de violencia homicida es, a su vez, una coartada pública perfecta, para quien mata por otras razones. También para el responsable de investigar el crimen.

La omisión local en la persecución de los delitos suele derivar de que los atribuyen al crimen organizado, es decir, al narcotráfico, y por tanto no los investigan ni los persiguen, pues esa es responsabilidad federal.

Muchas autoridades locales corren al lugar de los hechos para constatar que el homicidio se hizo con armas usuales del narcotráfico, ya que eso les permite desentenderse del caso diciendo: “Delito del orden federal, yo no tengo competencia”.

Bajo el manto de la impunidad y bajo el paraguas del crimen organizado proliferan entonces muchos delitos que nada tienen que ver con la guerra contra el narco, ni con la guerra del narco entre sí.

Hace rato que estamos instalados, por ejemplo, en el crimen político, un crimen que no se atreve a decir su nombre pero cuya cuenta de muertos es ya considerable (candidatos, alcaldes, activistas).

La rivalidad política en un ambiente de umbrales homicidas rotos, es un caldo de cultivo que no hay que desestimar.

Hechos de violencia como la ejercida por militantes del PRI contra un adversario del PRD, al que le propinaron una golpiza que lo tiene en estado de coma, son un aviso de que los umbrales no violentos de la competencia política quizás están siendo desbordados también.(…)

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