miércoles, 19 de enero de 2011

[Miguel Ángel Granados Chapa. Plaza Pública] Fallida alianza mexiquense


Aunque los partidos más directamente involucrados en el intento persisten formalmente en alcanzarla, es un hecho que no habrá alianza del PAN y el PRD, aun si la consulta que emprenderá cada uno por su parte determinara la participación conjunta. Demasiados factores en contra se han conjuntado, y conseguido que se frustre la coalición de esas organizaciones, única manera de derrotar al PRI, terminar con su reinado de 80 años de autoritarismo y de evitar, asimismo, que el gobernador Enrique Peña Nieto sea candidato del PRI y presidente de la República, que lo sería por designio y a conveniencia de Televisa.

Sin la alianza entre PAN y PRD, los votantes mexiquenses tendrán tres opciones en la próxima jornada electoral. Será una elección disputada, que ganará el PRI, quienquiera que sea su candidato, pues el gobierno estatal participa muy activamente en la organización de la campaña del candidato a suceder a Peña Nieto. El empeño de Andrés Manuel López Obrador por oponer una campaña popular frente a la mediática que impulsará el PRI tendrá frutos notorios pero no al punto de conseguir que el tricolor salga del palacio de gobierno de Toluca.

El éxito de las coaliciones en que participaron los partidos nacionalmente antagónicos, unidos por el afán específico y loable de lograr la alternancia (especialmente en estados donde la prolongada permanencia del PRI en el poder infirió graves daños a la sociedad), condujo a la conclusión de que la misma conducta debía observarse en el estado de México. En realidad, esa posibilidad estaba presente en el escenario mexiquense aun antes de las elecciones de julio pasado

El célebre pacto entre el gobierno federal y el de Peña Nieto para comprometer al panismo a ir solo a las elecciones de 2011, firmado en fecha ya tan lejana como octubre de 2009, partió de la conciencia priista de que la unión de sus contrarios, y contrarios entre sí, era veneno puro en su perjuicio. Paradójicamente, la repugnancia de Andrés Manuel López Obrador a esa alianza hará que se cumpla el propósito del documento firmado por los presidentes del PRI y el PAN, Beatriz Paredes y César Nava, con el aval de Fernando Gómez Mont, secretario de Gobernación, y Luis Miranda, su equivalente estatal, en nombre de Peña Nieto.

Aun si López Obrador hubiera adoptado en el estado de México una actitud como la que permitió a Gabino Cué en Oaxaca beneficiarse del apoyo del movimiento que encabeza el ex jefe de Gobierno del Distrito Federal y sus partidos afines, al mismo tiempo que del PAN, la alianza tenía delante de sí la gran dificultad de encontrar al Gabino Cué que la encabezara. Se hicieron exploraciones en tal sentido que no rindieron el fruto deseado.

Una muy notable se dirigió a Humberto Lira Mora a quien, cada uno por su lado, buscaron dirigentes perredistas y prohombres del PAN en el estado de México. El historial de Lira Mora lo hacía una figura atractiva para el propósito aliancista. Al cabo de una larga carrera en el ámbito local y federal, recorrida con escrúpulo reconocido por todos, Lira Mora fue marginado de la vida pública mexiquense después de que contendió en 1999 con Arturo Montiel en pos de la candidatura al gobierno del Estado. Con armas innobles fue derrotado y ello implicó su virtual retiro de la política en activo.

Pero no significó la pérdida de sus convicciones. Lira Mora, quien llegó al extremo de inhibir la actuación de los alquimistas electorales en la elección federal de 1994, para evitar que trucaran unos comicios que el PRI iba de todas formas a ganar, sigue creyendo en los principios que abrazó desde su ingreso en la política activa. De modo que agradeció el interés de sus interlocutores y rehusó considerar siquiera la posibilidad de seguir la ruta de otros priistas que dejaron de serlo para convertirse en candidatos de la oposición.

El problema de la candidatura aliancista se complicó una vez que los partidos involucrados vieron surgir a aspirantes dotados de fuerza en el interior de los partidos. Es difícil en una coalición verdadera que el candidato pertenezca a uno de los participantes, porque entonces la vinculación partidaria se convierte en un acto de adhesión. En Coahuila el PRD ha accedido a apoyar al candidato panista, y compadre del presidente Calderón, el senador Guillermo Anaya, porque el perredismo ha prácticamente desaparecido en esa entidad. Pero no es el caso mexiquense donde, a pesar de sus derrotas recientes en las elecciones federales y en las locales, el PAN y el PRD son capaces de atraer porciones semejantes del electorado.
Sólo un miembro del PRD, Alejandro Encinas, hubiera podido ser apoyado por el PAN, por el respeto que genera su posición a lo largo de los años. Pero sus convicciones y su vínculo con López Obrador lo llevaron a rechazar ser candidato aliancista. En ese momento quedó cancelada la posibilidad de una coalición. Aunque la dirección nacional y la local no sean entusiastas partidarios de su postulación, les resultará imposible convencer a los militantes que es mejor apoyar a un candidato panista, con tal de ir en alianza, que a Encinas mismo.


Ante el surgimiento de Encinas, el PAN tomó sus providencias. Luis Felipe Bravo Mena fue comisionado por su jefe el presidente Calderón para participar en los comicios mexiquenses. A eso se debió su salida de Los Pinos, de la secretaría particular del Presidente. No se comprende por qué Calderón tuviera que mentir diciendo que su colaborador establecería un negocio de consultoría.

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