Max y los imposibles
Hacía rato que a Max Cortázar no se le veía radiante, como ayer por la mañana, cuando asumió las funciones de secretario de Comunicación y vocero del PAN. Tenía un semblante demasiado bueno para alguien a quien, según algunos, se le castigó con un salto para abajo: el desplazamiento de Los Pinos a la colonia Del Valle.
No hay nada, por lo demás, que engrose la versión de que el director de Comunicación en la campaña de 2006 y de la Presidencia de la República hasta el viernes, se marchó distanciado de su líder y amigo Felipe Calderón. Por el contrario, se habla de un buen arreglo para ambos. El Presidente aprovecha la salida para sacar la pintura y reparar desgastes lógicos y Max regresa en posición de privilegio a lo suyo, el activismo partidista.
Regresa con el puño en alto a un PAN que, según dijo ayer, está en ruta de triunfo después del 4 de julio: “Que no quepa duda de que así será en 2011 y en la elección presidencial para 2012, ¡vamos por la victoria!”.
Max, como también dijo ayer, llega a aportar su experiencia. Aportará, además, su propio y muy considerable capital profesional. ¿Quién no le va a levantar el teléfono? Viene con la bendición de Los Pinos y la aclamación de la mayoría de los panistas, que quieren pesos completos de aquí en adelante, que añoran los tiempos de aquel equipo ganador de Mouriño, Martínez, el propio César Nava, Zavala, Sota y, claro, Cortázar.
“Para mí no existen imposibles”, concluyó Max con su tradicional tono calmo. Y no, no los hay. Pregúntenle a Andrés Manuel López Obrador.
Seguramente Enrique Peña Nieto tomó una tarjeta y anotó: Max dice que no hay imposibles.
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