viernes, 30 de septiembre de 2011

Ja, ja, ja… que el consejo del IFE es ciudadano, mejor cuéntenme una de vaqueros


La Jornada Aguascalientes
Género: Opinión
Publicación: 30 de septiembre de 2011
Autor: Oswaldo Rodríguez García

Web: http://www.lja.mx/


Históricamente, desde que se fundó el Instituto Federal Electoral, se nos ha endilgado a la sociedad que los consejeros nombrados por el Legislativo son ciudadanos. Es deporte en la Cámara de Diputados escuchar el discurso de que se buscan perfiles apartidistas, sin intereses personales, que no operan la selección bajo el esquema de cuotismo o del cuatismo. Incluso van más allá, al referirse a que los consejeros son seleccionados por su trayectoria, sus logros académicos, su respetabilidad y su inserción directa en la ciudadanía.

La realidad es otra, los consejeros siempre son elegidos a modo de quienes mayoritean las decisiones, convirtiéndose en los defensores de oficio del partido que los colocó en el poder, porque ciudadanizado o no, el IFE a muchos personajes, pseudo servidores públicos, solo eso les representa, poder.

Desde 1996 el IFE dio señales de vida y de ser todo menos ciudadano, incluso fue pieza clave para que las piezas partidistas se colocaran de manera ventajosa, pues la representación en el Instituto y el hueso de consejero empezaron a ser una pieza codiciada por quienes estaban en la fila al poder dentro de los partidos dominantes. Ahora añoraban ser parte del Comité Ejecutivo Nacional de sus partidos o en su defecto, consejeros del IFE, a fin de cuentas en los dos iban a disfrutar de las miles del erario.

Pero se evidenció más la partidización de ese órgano electoral en el 2003, pues fue cuando el vínculo entre consejeros y partidos se dejo sentir más, pues a los integrantes del consejo ya solo les faltaba la playera con logotipos tricolores, aunque al usar verde, blanco y rojo se lo achacaran a su patriotismo. Y es que el pastel se empezó a repartir también con los azulitos, fue ahí donde los consensos que fortalecían al IFE se rompieron, pues ya había corrientes internas que frenaban acuerdos y acordaban multas como venganza por derrotas en las casillas.

Y terminó la luna de miel del Consejo del IFE y repercutió en la selección de nuevos integrantes. Hoy el retraso de la elección de los tres puestos acéfalos dentro del IFE  merece a eso, falta de consensos para repartirse el poder y evidencia, una vez más que la principal característica a cumplir es la cuota partidista.

Además ha dejado ver que la autonomía e imparcialidad del IFE se ha convertido en un adorno que estorba a los partidos que han transformado a ese Instituto en su oficialía de partes… sin alusiones a nuestro flamante Congreso local.

Incluso ha decaído tanto su imagen que para las fuerzas políticas del país, para los gobernantes y hasta para los ciudadanos el IFE se ha convertido en un botín y referí parcial que decide, cual juez omnipotente, quien tiene la razón, privilegiando claro, su afecto al color en el poder.

Estamos a menos de diez días de que el proceso electoral federal comience, ya los competidores están en la línea de salida, incluso unos desde hace seis años, las apuestas están hechas y el IFE durmiendo en sus laureles porque ni el equipo completo tienen. Y es que la fórmula para completar ese distinguido Consejo no ha empatado; es influencia más poder, igual a Consejero. Claro, todo ello al margen de la credibilidad e imparcialidad que alardean dentro del Instituto. Pero hasta el cinismo hemos alcanzado ahí a niveles dantescos, ya que el PRI ha lanzado la advertencia que de esos tres consejeros faltantes le corresponden dos por su mayoría territorial en cuanto a puestos en el poder.

Ese principio antidemocrático no debería ni de contemplarse, máxime cuando haciendo un cálculo de racionalidad hoy el PRI cuenta con dos de los seis consejeros que operan en el IFE, por ello les convendría más tener a cuatro de los nueve, pero eso sólo ocurriría si le concedieran su capricho de nombrar a dos de los tres faltantes. Pero en caso de no llegar a acuerdos, podrían sentarse en su macho, no facilitar los consensos y mantenerse iniciado el proceso electoral con los dos de seis que ahora tiene, en lugar de disponer de tres de nueve, con lo que su representación dentro del Consejo ya no sería predominante y arriesgaría el futuro de su carrera a la silla presidencial.

Por eso es que, al no tener seguros los puestos en el Consejo, a la bancada priista de Congreso de la Unión, pues poco le apura tener en la agenda legislativa la discusión y nombramiento de los nuevos consejeros, es decir madrugarían a los demás partidos, al IFE mismo y a los ciudadanos.

Pero no dejemos de lado los intereses del otro integrante del bipartidismo nacional. Pues los de Acciona Nacional también están jugando sus cartas en este póker de la democracia.

Analizando el panorama que hoy tiene el IFE, a los blanquiazules les convendría de sobremanera un Consejo con tres priistas de los nueve, de tal manera que si no se logran acuerdos para que cada partido nombre a su consejero, al PAN podría convenirle la composición actual de solo seis consejeros. Ante tales matemáticas todos podrían prescindir de los tres Consejeros que faltan y esto sería solo en un estricto cálculo entre el costo y beneficio partidista, sin importar en absoluto la credibilidad y fortaleza del Instituto Federal Electoral.

Así de imparcial podría parecernos el réferi que mediará en el choque de fuerzas y poderes de los partidos políticos el próximo año. Pero también es reflejo de cómo la transición democrática ha afectado la fórmula mágica con que tomaban sus decisiones los partidos a través de la Cámara Baja de San Lázaro. Hoy la recuperación de credibilidad, autonomía, fortaleza e imparcialidad del IFE atraviesa por nuevas reglas del juego. Su ciudadanización es inminente, necesaria y urgente. El acomodo de piezas dentro del Consejo tiene que dejar de ser una prerrogativa más de los partidos políticos, quienes, a estas alturas de nuestra madurez democrática, no deberían de tener las manos dentro de tales organismos.

La ciudadanía organizada es quien debe tener esa prerrogativa. El manejo de nuestro futuro electoral no debe sólo basarse en la dadiva del voto, sino que el derecho a ser jueces del actuar de los partidos debe entregársele a instituciones académicas públicas y privadas, asociaciones civiles, organismos no gubernamentales y sometidas al escrutinio de la ciudadanía mediante métodos de consulta y foros de opinión con respeto absoluto a la libertad de expresión.

Aún podemos rescatar al IFE, recuperar su credibilidad será tarea titánica, pero tarde o temprano tendremos que hacerlo… es cuestión de voluntad.

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