jueves, 29 de septiembre de 2011

Julio Hernández López. Astillero [Tragicomedia perredista]


Moralina sublevada
Milagro electoral en la Corte
Poncio PRIlatos y la relección

En la Corte, las armas oscurantistas se cubrieron de escoria mientras en San Lázaro los afanes neoporfiristas fueron diferidos para ser resueltos después de las elecciones de 2012. Escaramuza conservadora en dos pistas, con los personeros de Felipe Calderón asumiendo roles protagónicos sin careta: el ministro Jorge Mario Pardo Rebolledo definiendo con su voto clave el desenlace del litigio sobre el aborto y el diputado Alberto Becerra Pocoroba presionando a una frágil perredista para que apoyara las pretensiones releccionistas. Tres egresados distintos de la Escuela Libre de Derecho (Becerra incluso fue su rector) y un solo derechismo verdadero.

No te hago ministro para que votes en mi contra, sería la adecuación felipista de la famosa frase de José López Portillo referida al control de la prensa mediante la asignación de publicidad gubernamental. Dos veces batalló Calderón para hacer ministro de la Corte a Pardo Rebolledo. La primera, fallida, fue en 2009; la segunda, exitosa, en 2010. Ayer, en un escenario incendiado por el oportunismo electoral del promovente Felipe, el ministro Pardo respondió a las expectativas puestas en su contratación, y con una jugada ampliamente prevista impidió que se juntara el número de votos necesario para frenar las modificaciones constitucionales en Baja California que establecen el derecho a la vida desde el momento de la concepción, conforme a los criterios clericales y conservadores en lucha por blindar entidades federativas (ya llevan 18) contra el ejemplo liberal de la ciudad de México.

Fue una victoria ajustada y apagada de la moralina insurrecta. Conforme a las reglas, los opositores a las letras bajacalifornianas reformadas no alcanzaron la mayoría calificada (ocho, de 11 votos posibles) y por tanto la normativa impugnada se quedó tal cual, a pesar de que siete ministros se esforzaron en demostrar la improcedencia de lo legislado en la entidad norteña largamente dominada por el PAN (aunque ahora está pintada de tres colores, apenas con un simbólico personaje panista, al que llaman gobernador, rodeado de opositores en el congreso y las alcaldías). (…)

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