martes, 11 de octubre de 2011

Carlos Ramírez. Indicador Político [Aparece el Grupo San Angel II]


+ Gobierno coaligado de chistera

Al cinco para las doce y con una competencia electoral perfilada de Enrique Peña Nieto contra el candidato del PAN, de la chistera del neo Grupo San Angel II apareció el conejo del gobierno de coalición como la fórmula mágica para resolver el problema mayor del corto plazo mexicano: el fracaso de convertir la alternancia en la instauración de un sistema democrático.

El gobierno de coalición es un mecanismo de larga negociación, de resultados contradictorios y de operación complicada en regímenes presidencialistas. Pero se quiere hacer aparecer como un sucedáneo al parlamentarismo que opera con eficacia en regímenes monárquicos. Y exige una experiencia democrática consolidada.

La iniciativa del neo Grupo San Angel II de un gobierno de coalición tiene que ver con el fracaso del gobierno panista en el 2000 al desaprovechar el bono democrático de la alternancia para proponer, negociar, pactar e instaurar un nuevo sistema político democrático. Además de la ausencia de una propuesta por parte del gobierno del Fox y del PAN, en los dos sexenios panistas ha operado una oposición férrea del PRI a la modernización del régimen y del sistema, a no ser las iniciativas del propio PRI para ceder espacios para su propio fortalecimiento político.

El gobierno de coalición no es un modelo de democracia; quienes califican al gobierno de coalición como “democracia constitucional” carecen de conocimiento de la ciencia política, de las formas de gobierno y de los modelos de democracia. El gobierno de coalición es una forma de administrar las relaciones del ejecutivo con el legislativo; la clave se localiza en la conformación de un programa de reformas específicas; y ahí existiría una especie de doble gobierno de coalición: una para encontrar una mayoría en el Congreso y otra para definir el tono de las reformas. 

El PAN ya ensayó alianzas con el PRI y con el PRD para reformas de gran calado, pero los dos --de la misma simiente del nacionalismo revolucionario callista-- se han negado a reformar el Estado priísta porque sus consensos dependen del paternalismo y el asistencialismo.(…)

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