Hay mucho de admirable en lo realizado por Andrés Manuel López Obrador y su movimiento en los últimos cinco años. No me refiero a los votos, ni a los números ni a los presuntos 37 mil 453 comités seccionales del “movimiento”, o a los supuestos 4 millones 121 mil ciudadanos que lo integran.
Lo notable, esencial, es que lejos de convertirse en polvo y ceniza tras los monumentales errores de 2006 y la osada estrategia emprendida desde 2007, siguen ahí. Quizá no tengan la musculatura de los años dorados de la primera mitad de la década pasada, pero están bien vivos y nutriéndose.
La escritora Laura Esquivel lo perfiló perfectamente ayer en el Auditorio Nacional, en el acto de Morena: el Movimiento de Regeneración Nacional es la culminación de un movimiento de resistencia.
Sin duda. Cinco años en los márgenes, con un discurso ramplón si se quiere, pero de un tesón incontrovertible: luchar por el cambio de régimen, hacerlo por la vía pacífica y electoral, buscar la justicia, hostigar a “quienes se creen dueños de México”.
Cinco largos años en la sombra que culminan con el despunte de la nueva fase de lucha del lopezobradorismo: hacerse de una candidatura presidencial, tener recursos para operar, regresar a los espacios informativos que la estrategia 2007-2011 convino hacer a un lado, reconquistar a millones de ciudadanos decepcionados.
Faltan pocos días, pocas semanas, algunos meses tal vez, para saber si el periodo comprendido entre el levantamiento del plantón de Reforma y lo que comenzó ayer fue una pieza maestra de resistencia, o el ocaso de un personaje que, aun sin parte de su plumaje, sigue pareciendo gallo.
Ha llegado la hora. (…)
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