jueves, 6 de octubre de 2011

Ciro Gómez Leyva. La historia en breve [El inolvidable binomio Mancera-Mondragón]


Cuando los historiadores revisen con rigor la era de la violencia en México (el periodo 2007-2011, por ejemplo) encontrarán la paradoja de la capital de la República. Muchas áreas del país se desmoronaban, pero la gran ciudad parecía renacer.

Y habrá algo de cierto en ello. No porque la capital sea en realidad una urbe modelo en seguridad, que desde luego no es, sino porque cuando en otros lados los habitantes atrancaban las puertas y se guarecían, aquí se lanzaron a recuperar calles y espacios públicos. Poco a poco. Sin desprenderse de los reflejos desarrollados en décadas de aflicción y miedo. Pero volvieron a salir.

Encontrarán, también, que en los días del estadio de Torreón y el casino de Monterrey y los cadáveres de Veracruz y las escuelas cerradas de Guerrero, el gobierno del DF informó que la incidencia delictiva del primer semestre de 2011 cayó 3.5 por ciento, mientras la nacional se disparaba 10.4. Y presumió que la hasta hace no tanto ciudad que simbolizaba las pesadillas es hoy lugar 18 de 32 en promedio diario de autos robados, 20 de 32 en secuestros, 22 de 32 en homicidios dolosos.

Y que esa historia de éxito fue tejida por un jefe de policía y un procurador que hacían su trabajo con profesionalismo y pasión, parecían buenos e inspiraban confianza.

Dos hombres que asumieron los cargos a mediados de 2007, tras la desgracia del New’s Divine, cuando a nadie se le ocurría insinuar que la Ciudad de México era tal vez la menos insegura que a la mayoría de los defeños actuales les ha tocado vivir.

La ciudad en que convergieron como binomio Manuel Mondragón y Miguel Ángel Mancera.

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