Cuando a principio de año se hablaba del proyecto Humberto Moreira para presidir al PRI, apunté en este espacio que su permanencia dependería del balance entre beneficios y costos. Que su estilo, rijoso y echador, podría ser de utilidad en la campaña de gobernador en el Estado de México, pero que al final, y en su momento, Enrique Peña Nieto, como candidato presidencial habría de tomar una decisión basado en esa fórmula costo-beneficio.
Esa campaña transcurrió sin sobresaltos, ante las ausencias de Andrés Manuel López Obrador y Moreira. La distancia del primero permitió la distancia del segundo, que estaba para darle marcaje personal.
Luego se conocería el escándalo de la falsificación de dos decretos del Congreso de Coahuila, en tiempos de Humberto Moreira gobernador, para autorizar el endeudamiento por dos mil millones de pesos más, con cargo a las participaciones federales, cifra que superaría los 3 mil 500 millones.
Esta situación, más el explosivo crecimiento del pasivo del gobierno de Moreira, en cinco años pasó de 320 millones de pesos a más de 32 mil, le vino a complicar su gestión y permanencia en el CEN priista.
De la mano de esas anomalías vino la crisis de los bancos acreedores de miles de millones de pesos en una entidad con problemas de solvencia, para lo que su Congreso aprobó un endeudamiento de 35 mil millones.
Ernesto Cordero, entonces secretario de Hacienda, hizo saber a los banqueros que el gobierno no haría buenas las garantías falsificadas de sus créditos, y dio parte a la Procuraduría Fiscal que ya presentó denuncia ante la PGR, que en los próximos diez días empezará a citar a los involucrados.
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