El que será muy probablemente el próximo presidente del gobierno español, el conservador Mariano Rajoy, candidato del Partido Popular para las próximas elecciones de noviembre, cerró la Convención Nacional de su partido, el sábado, con una ovación, el apoyo de todas las corrientes internas y sin haber presentado una sola propuesta concreta de cómo afrontará el gobierno y, por ende, la crisis que vive su país. Lleva ventaja sobre el PSOE y sus estrategas le han dicho que no debe arriesgar nada. La prensa española dice que Rajoy le ha pedido a sus votantes algo así como “un acto de fe” y si las cosas no cambian en un mes todo indica que los electores le extenderán ese cheque en blanco.
No es muy diferente a lo que está haciendo el PRI. El sábado, en su Consejo Político Nacional, la nota, la que ocupó todas las primeras planas de la prensa nacional, fue el “abrazo” entre Enrique Peña Nieto y Manlio Fabio Beltrones. Incluso mis amigos de Milenio titularon que, gracias a ese abrazo, habían concluido 24 años de rupturas priistas, algo un poco arriesgado de decir, sobre todo si tomamos en cuenta que en el mismo Consejo se estipuló hasta el próximo 8 de febrero la elección del candidato priista.
En buena medida es verdad. Si bien el “abrazo” no tuvo nada de espontáneo, lo cierto es que cierra la brecha de una posible ruptura, misma que estaba latente, más por la actitud de algunos miembros de cada equipo, que por la decisión de los dos aspirantes priistas. Pero el proceso no está a salvo de rupturas: el verdadero desafío está en las listas de candidatos a senadores y diputados que tendrán que estar antes de esa elección interna, sobre todo si, como es previsible, el PRI establece una alianza con el Partido Verde y con Nueva Alianza. Por eso lo importante no es sólo que habrá una elección abierta, sino que con ese mecanismo el candidato Peña podrá estar en precampaña desde diciembre próximo y de esa forma aglutinar sectores y reducir las divergencias por las candidaturas.(…)
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