Rector de la UNAM anunció el jueves pasado su decisión de presentarse a la reelección. Su segundo periodo concluirá en 2015. Es difícil que la Junta de Gobierno de esa institución no le otorgue esta duplicación del plazo para el que lo seleccionó en noviembre de 2007, en reemplazo del doctor Juan Ramón de la Fuente.
La Universidad Nacional es la mayor institución de educación superior en la República. Lo es no sólo por sus dimensiones humanas y físicas. Lo es también por la calidad de su docencia, que se acusa en algunas disciplinas y carreras, y porque en atención a su ley orgánica, junto con la enseñanza, realiza la investigación más sobresaliente y abundante en todo el país. Ninguna otra institución universitaria practica una difusión cultural de la magnitud de que ella es capaz.
Pero una institución de esa magnitud requiere un gobernante con claro sentido de la conducción política. Narro ha mostrado tenerlo. El jueves pasado, para no ir más lejos, comunicó a los medios su decisión de continuar al frente de la UNAM luego de una larga conversación con directores de escuelas, facultades e institutos, que en rigor no dependen del rector y por lo tanto no están sujetos a sus determinaciones. Lo están en mayor medida, en cambio, los directores administrativos, pero en la Universidad Nacional no priva la cultura del asentimiento automático, porque la organización académica se funda en sistemas de méritos. De esa suerte, Narro dio un primer y firme paso hacia la reelección.
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