miércoles, 21 de septiembre de 2011

Carlos Ramírez. Indicador Político [FMI como en México 1975-95 ]


+ Grecia: duro ajuste neoliberal

La crisis económica en Grecia, que está arrastrando a toda la experiencia euro-europea al fondo del abismo, es una crisis de diseño de política económica: la irresponsabilidad populista de gastar sin disciplina obliga a un ajuste de altos costos sociales.

El anterior gobierno conservador de Grecia de Kostas Karamanlis renunció en el 2009 por las protestas contra la crisis, pero dejó una economía no sólo desequilibrada sino engañosa: falsificó estadísticas oficiales para difundir un déficit presupuestal de 3.7%, cuando en realidad rozaba el 13%. Ahí estalló el colapso. El gobierno socialista de Yorgos Papandreu no ha podido corregir la crisis porque se ha negado a aplicar el programa de ajuste del Fondo Monetario Internacional.

Grecia, Portugal, España y los Estados Unidos padecen ahora lo que México sufrió en el largo periodo 1975-1995: el populismo de los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo, apuntalados por una deuda otorgada por bancos de manera irresponsable, provocó los tres principales desequilibrios de toda crisis: el déficit presupuestal, la deuda y el tipo de cambio y éstos llevaron al país a la orilla del barranco de la quiebra, la insolvencia y la moratoria. Para poder salir del hoyo, México tuvo que someterse a la condicionalidad del FMI-Banco Mundial: ajuste recesivo con alto costo social y globalización entreguista.

El pensamiento económico ha quedado atrapado en el dilema populismo-neoliberalismo. Los países justifican gastos por razones sociales pero el desequilibrio macroeconómico tiene sus costos. El FMI basa su doctrina de ajuste en el criterio de que hay que ahorrar para pagar el servicio de la deuda. En 1986 México amenazó con la moratoria bancaria y puso a temblar a los bancos; Jesús Silva Herzog renunció a Hacienda por haber firmado con el FMI y entró al quite Pedro Aspe Armella --subsecretario de Salinas en la SPP-- con una nueva doctrina contraria al FMI: crecer para pagar. México convenció al FMI de que el sacrificio y el ajuste eran de corto plazo y que las reformas estructurales-globalizadoras del Banco Mundial podrían reactivar el crecimiento sin inflación. El modelo sirvió para estabilizar a la economía, aunque a la doctrina Aspe le falló la parte más importante: una política fiscal sana.

La inflación, la devaluación y el pago del servicio de la deuda se contienen solamente por la vía del ahorro; por tanto, el ajuste fondomonetarista --México a mediados de los setenta y España y Grecia ahora mismo-- exige bajar el PIB, disminuir la demanda vía congelación o baja de salarios y profundizar el  costo social. Lo malo no está en ponerse el traje de justiciero antineoliberal sino se localiza en la verdad económica ineludible: los desequilibrios económicos se corrigen o la crisis se profundiza y el costo social debe ser mayor.(…)

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