lunes, 19 de septiembre de 2011

Héctor Aguilar Camín. Día con día [Espejo de gobernantes ]



Dice Edward Gibbon que si hubiera que buscar el periodo de mayor felicidad humana de la historia del mundo, éste sería, “sin duda’’, el que siguió en el imperio romano a la muerte del emperador Domiciano (92 dC) y terminó en la llegada al poder de Cómodo (180 dC). Ese lapso incluye los mandatos de Nerva, Trajano, Adriano y los dos Antoninos : Pío y Marco Aurelio. Gibbon subraya en particular el tiempo de estos últimos como “el único periodo de la historia en el cual la felicidad de un gran pueblo fue el único objeto del gobierno”.

Ya que estamos los mexicanos en tiempos de elegir candidatos, quizá algún espejo de gobernantes podemos tener en el repaso de las virtudes que Gibbon atribuye a estos dos emperadores, bajo cuyo manto el imperio romano vivió su mayor esplendor antes de precipitarse en su larga y deslumbrante
decadencia.

De Antonino Pío, elegido como sucesor por Adriano luego de un par de veleidades, Gibbon dice lo siguiente: “La sencillez de su virtud era ajena a la vanidad o la afectación.

Gozaba moderadamente de las ventajas de su fortuna y de los placeres inocentes de la vida social. Y la benevolencia de su alma se evidenciaba en la alegre serenidad de su carácter”. Prefirió “el bienestar de Roma al interés de su familia”..

En lugar de elegir sucesor entre sus hijos, escogió al talentoso Marco Aurelio, y lo hizo partícipe de su gobierno con “ausencia absoluta de celos”. (…)

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