viernes, 17 de diciembre de 2010
[Héctor Aguilar Camín. Día con día] Adiós al 2010
Termina el año, esta es mi última columna antes de las vacaciones: volveré a este espacio el 3 de enero, y algo hay que decir de los intensos 12 meses que han pasado, meses que han fundido, como pocos para los mexicanos, el soplo de la historia, el fuego del presente y el humo del futuro.
No ha sido un año de santurrona celebración histórica, sino de intensa crítica y autocrítica de los dones de México, un año manchado por la violencia, el desacuerdo y los altos decibeles del debate público. Un año de insatisfacción y reclamo, más que de unidad y confianza.
El año del bicentenario fue el de la inconformidad. No fueron los historiadores reflexivos ni los cautos claustros intelectuales quienes fijaron la agenda nacional, sino los políticos y los medios.
La diversidad y el conflicto opacaron toda noción fértil de piso común, de historia compartida o destino promisorio.
Abrumados por la discordia de cada día, apenas hubo tiempo de levantar generosamente la vista hacia atrás, hacia el pasado, o ambiciosamente hacia adelante, hacia el futuro.
Perdimos una oportunidad colectiva de pensarnos con profundidad y grandeza. Las celebraciones oficiales pecaron de imprevisión al punto de la irrealidad. Pero el ánimo público no estaba para fiestas, sino para quejas, reparos, ruidos, sustos, incertidumbres.
Y sin embargo en ese mismo ambiente agrio y contrastado, en ese malhumor crítico, en esa arena pública discordante y quejumbrosa, hubo una vitalidad de pueblo joven, de ciudadanía en pie de guerra, de sociedad que pide y quiere más, mucho más, de lo que recibe de su política y de su economía, de sus gobiernos y de su propio comportamiento, de la debilidad de sus instituciones y de los vicios de su cultura cívica.
En ese pueblo soliviantado por las muecas de la realidad tanto como por el tamaño de sus exigencias, hay una energía y una libertad extraordinarias, bienes en sí mismos invaluables, hijos genuinos, inconfundibles, de la vida democrática. (…)
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