viernes, 10 de diciembre de 2010

Miguel Ángel Granados Chapa. Plaza Pública. Crisis existencial del PAN


Aunque el relevo en la dirección panista se saldó con sobresaltos llevaderos, la reunión del Consejo Nacional que eligió a Gustavo Madero y algunos hechos previos y posteriores dan cuenta de una crisis profunda, la que, hace muchos años, antes de que se propusiera ser a como diera lugar presidente de México, Felipe Calderón implicó que ocurriría si al ganar el gobierno los panistas perdían su partido. En los hechos el dilema se resolvió con una doble pérdida, pues no ejercen el gobierno ni mantienen la esencia de su organización.

Enorgulleció al PAN durante largo tiempo la convicción, no lejana del fariseísmo (el que da gracias a Dios por no ser como los otros), de su diferencia ética con el PRI, que fue su referente, el modo de ser al que no querían asemejarse de ninguna manera. El manejo del Revolucionario Institucional por el presidente de la República, por ejemplo, la sujeción del partido oficial al jefe del Estado era inadmisible. Y sin embargo, el PAN es dirigido hoy desde Los Pinos, como siempre.

Calderón nombró sin embozo a dos presidentes de su partido, a dedo, como en los viejos tiempos. Lo hizo también el sábado 4 en la figura de Gustavo Madero, aunque en este caso jugó con dos cartas, para simular una contienda cuya mera apariencia quedó clara apenas se percibió que los consejeros adheridos al Presidente forman una amplia mayoría (los 128 que votaron por el triunfador y los 122 que lo hicieron por el candidato alterno, Roberto Gil). Se consolidó así la subordinación del partido a una sola voluntad, la del Presidente, cuya esposa quedó a cargo de supervisar en los hechos la consumación del designio.(…)

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