lunes, 13 de diciembre de 2010

[Julio Hernández López. Astillero] Quique y Marcelo, Salinas


• Quique y Marcelo: peregrinos
• Salinas: estabilizar
• Papeles trastocados
• Echar la sal

Peregrinos en Guerrero, Marcelo Ebrard y Enrique Peña Nieto comparten penitencias. Han ido a la tierra del figueroísmo redivivo en busca de votos para los candidatos locales que suponen les reportarán beneficios electorales en 2012, y en el camino arriesgan sus haberes discursivos para pintar de regios colores las pobres vestimentas de la tragedia comicial del México de hoy.

El jefe del gobierno capitalino hace como que el flamante ex priísta Ángel Aguirre Rivero constituye una opción opositora, de exterminio del priísmo, para brincar de esa plataforma falsa al planteamiento optimista de que las alianzas partidistas constituyen veneno para el dinosaurio de tres colores que tan vivito y coleando está que ahora hasta se permite el préstamo de saldos inviables para que sean usados como antipriístas.

Peña Nieto, por su parte, trata de ponerse fríamente institucional a la hora de deslindar la amistad que ha tenido con el ahora opositor, el citado Aguirre Rivero (quien ya fue gobernador interino de Guerrero, obviamente a nombre del PRI, activamente en contra del PAN y el PRD que ahora le ungen) y asegurar que todo su apoyo está del lado del formalmente priísta, Manuel Añorve Baños.

Como puede verse, el PRI en Guerrero gana con cualquiera: con el fiel Añorve o con el desertor Aguirre. Serían distintos los bandos ganadores dentro de la compartimentación mafiosa, pero nada más. Bailadores unos, mientras otros esperan sentados, pero la música y la danza son las mismas.

Clarísimo lo tiene el gran jefe nacional de la cruzada por la restauración priísta, el cada vez más activo licenciado Carlos Salinas de Gortari que busca estabilizar la contienda por 2012, entre otras cosas al sujetar al grupo de competidores a un ámbito controlable, civilizado, que permita arreglos de última hora, maniobras convenidas y exclusión de elementos disonantes, sobre todo si sus aires son tabasqueños. Salinas que en reciente entrevista le plantó a Ebrard una suerte de beso del diablo, al encomiar su desempeño al frente del gobierno capitalino, como si aún fueran Marcelo, y el gerente Camacho, parte de su cuadrilla política.

Profesional y comprometido sería el perredista Ebrard, según San Carlos echador de sales, ante lo cual el presunto beneficiado no giró agradecido acuse de recibo, pero tampoco se aplicó rituales de exorcismo. En todo caso, ayer trató de fijar la tutoría del ex presidente incómodo en el copete toluqueño y no en la bicicleta chilanga: Salinas es el principal promotor de Peña Nieto, denunció, como para decir, sin decir, que no lo es de él, el propio Ebrard.

Pero sin deslinde tajante, sin confrontación firme, sin respuesta inequívoca: más bien, dejando que las cosas fluyan, con la esperanza de que al final sea esa misma mano mecedora de cunas la que delimite el espacio de la contienda electoral viable y ayude a definir al ganador que a su vez pague favores a los adversarios conforme a la contribución que hayan hecho al buen desarrollo de la obra teatral programada.(…)

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