lunes, 13 de diciembre de 2010

[Trascendió] Ni quién se acuerde del finado abad Schulenburg.


Que la nota en la fiesta de Santiago Creel no fue tanto el esperado destape del senador a la candidatura del PAN para la Presidencia de la República, sino la cancha que tuvieron entre los 500 invitados la diputada Gabriela Cuevas y el senador Federico Döring.

Parecía que los dos traían ganas de placearse como posibles candidatos a la jefatura del Gobierno del Distrito Federal. ¿Tantos milagros podrá hacer San Santiago de los Charros?

Que para sorpresa de los presentes, Manuel Camacho apareció en el monumento a la Revolución para acompañar a Cuauhtémoc Cárdenas en el segundo aniversario luctuoso de su madre, doña Amalia Solórzano.

El ingeniero platicó varios minutos con Camacho y hasta posó con él para las fotos.

¿Tantos milagros podrá hacer San Marcelo de la Capital? ¿O será San Lázaro de la Unidad?
Que una buena reclamación se llevó el senador priista Fernando Castro Trenti de parte de su líder de bancada, Manlio Fabio Beltrones.

Y es que, siguiendo con esto de las veladoras, Castro Trenti hizo público que él se las enciende a San Manlio Todopoderoso, lo que evidentemente no le cayó muy bien al sonorense.

Tanto que se cuida Beltrones para que vengan los “suyos” a hacerlo quedar mal.

Que los priistas César Augusto Santiago y Arturo Zamora decidieron marginar a la perredista Mary Telma Guajardo de las reuniones que el fin de semana tuvo la Sección Instructora de la Cámara de Diputados, para redactar el dictamen que sustentaría el desafuero del michoacano Julio César Godoy.

A juicio de los priistas, Guajardo se ha conducido más como abogada defensora de Godoy que como integrante de la Sección Instructora, y por ello será llamada hasta el momento de votar el dictamen.
¡Sopas!

Que, para acabar con esto de los santos, por fin el cardenal Norberto Rivera logró hacer canónigo de la Basílica de Guadalupe al sacerdote Eduardo Chávez, quien es, ni más ni menos, el investigador postulante de la causa de San Juan Diego.

Ni quién se acuerde del finado abad Schulenburg.

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