viernes, 10 de diciembre de 2010
[Leo Zuckermann. Juegos de poder] ¿Héroe o villano?
A nadie le gusta que lo pongan en ridículo. Sobre todo si se trata de una superpotencia. Eso es precisamente lo que hizo Julian Assange, fundador de WikiLeaks: ridiculizar a Estados Unidos al haber filtrado más de 250 mil comunicaciones de sus diplomáticos. Y ya sabemos que a ese país no le gusta nadita que lo molesten. Mucho menos un muchachito australiano que, con poquísimos recursos, les ha propinado varios golpes en los últimos meses.
Estados Unidos quiere evitar que Assange se convierta en un héroe a quien muchos, buscando sus 15 minutos de fama, lo comiencen a imitar. Quiere mandar un mensaje contundente de que, a quien filtre documentos del gobierno de EU, se le vendrá el cielo encima. Por eso estoy seguro de que van a tratar de aplicarle todo el peso del Estado al fundador de WikiLeaks.
Pero, en el intento, tendrán varios problemas. En primer lugar no queda claro de qué lo podrían acusar. Dice Paul Miller de la revista Foreign Affairs: “La administración [de Obama] está considerando perseguir a Assange. Pero, ¿cuál es la diferencia entre Assange y el New York Times? ¿Por qué enjuiciar a uno y no al otro? Los dos tuvieron acceso no autorizado a información clasificada y ambos la comunicaron a otros en detrimento de la seguridad nacional de EU.
El gobierno estadunidense, para todos los efectos, es legalmente incapaz de resguardar la información clasificada, proteger la seguridad nacional y perseguir las fugas. La herramienta que tiene —la Ley de Espionaje— es un estatuto de casi un siglo de antigüedad; es tan draconiana, políticamente radioactiva y difícil de aplicar que esencialmente está muerta.
La ley fue escrita en un momento en que había menos medios de comunicación donde ellos mismos vigilaban la ética de la responsabilidad —en otras palabras, una historia remota—. Frente a una epidemia de fugas, los presidentes tienen la opción de no hacer nada o literalmente acusar a la prensa de traición a la patria. Ningún presidente va a hacer esto último. Bajo la práctica actual, la prensa puede revelar información clasificada con total impunidad”.(…)
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