En un oficio tan liberal, libertario, liberador y hasta libertino como el periodismo, el que distintos y numerosos medios alcanzaran un acuerdo para la cobertura de hechos violentos parecía imposible de lograr.
Al reto se suma la paradoja de que hacer una nota informativa, una entrevista, una crónica, un reportaje, o en opinión una columna, un ensayo, un artículo, es un acto individual (íntimo casi), pero destinado al consumo colectivo.
Resolver además que se conjugue lo que cada reportero quiere o se le pide averiguar, y lo que lectores, radioescuchas o televidentes esperan conocer, hace complicada la tarea en cada equipo periodístico, ni se diga si se añade la ominosa “línea editorial” que algunas empresas fijan con propósitos ajenos al mejor de los oficios.
Por todo ello, es de celebrarse que empresarios, periodistas, instituciones educativas y organizaciones gremiales y sociales llegáramos a un pacto básico para cubrir hechos violentos, del que los únicos ausentes son los incapaces de vencer la canija y corrosiva mezquindad...
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