Sin Alejandro Encinas como candidato, la aceptación de que legítimos y espurios vayan del brazo y por la calle a disputarle a Eruviel Ávila, Enrique Peña Nieto y al PRI el gobierno del Estado de México se complica severamente.
A través del Twitter (sin escamotear que celebra “cualquier ejercicio ciudadano y democrático”), el mejor precandidato perredista ratificó: “No voy a participar en una eventual alianza entre mi partido, el PRD, y el PAN; lo digo con toda claridad…”.
¿Dónde van el PAN y el PRD a encontrar a quien satisfaga las exigencias que cumplía de sobra Encinas?
El problema de por sí no parecía de fácil solución, porque antes de intentar un acuerdo con los perredistas, los panistas deberían escoger (todavía no lo hacen) entre Luis Felipe Bravo Mena y el senador con licencia Ulises Ramírez.
Fuera de Encinas, en el PRD no se ve a nadie con su densidad y sólido expediente.
Los priistas, entre tanto, deben estar de fiesta.
Enrique Peña Nieto dejó ver que está dispuesto a correr los riesgos de interrumpir la continuidad en el poder del llamado grupo Atlacomulco, ya que Eruviel Ávila no hace juego (sin duda viene desde abajo) con los herederos de Isidro Fabela (1942). A saber: Alfredo del Mazo Vélez, Salvador Sánchez Colín, Gustavo Baz, Juan Fernández Albarrán, Carlos Hank González, Jorge Jiménez Cantú, Alfredo del Mazo González, Alfredo Baranda, Mario Ramón Beteta, Ignacio Pichardo, Emilio Chuayffet, César Camacho, Arturo Montiel y el propio Peña Nieto.(…)
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