jueves, 24 de marzo de 2011

[Sergio Sarmiento. Jaque Mate] Ojos violeta



Elizabeth Taylor fue mucho más que una actriz famosa. Desde muy joven se convirtió en uno de esos personajes públicos que son parte de la vida íntima de millones de personas alrededor del mundo. A pesar de que en los últimos años se había vuelto distante y excéntrica, como alguna tía que se hace rara con la edad, su muerte fue recibida por muchos como la de un familiar cercano.

Liz estuvo prácticamente toda la vida a la vista del gran público. Su primera película, There's One Born Every Minute (Nace uno cada minuto), fue estrenada cuando apenas tenía 10 años de edad. Su primer éxito, Lassie Come Home (La cadena invisible), se estrenó en 1943, cuando contaba con 11 años. A los 12 se hizo mundialmente famosa con la exitosísima National Velvet (estúpidamente traducida como Fuego de juventud).

Logró dar el difícil salto de niña estrella a actriz de verdad con películas como A Place in the Sun (Un lugar en el sol) de 1951 y Giant (Gigante) de 1956. Muy pronto logró papeles de gran actriz en Cat on a Hot Tin Roof (La gata sobre el tejado de zinc) de 1958 dirigida por Richard Brooks y basada en una obra de Tennessee Williams, Suddenly, Last Summer (De repente el último verano) de 1959 que dirigió Joseph Mankiewicz y The Taming of the Shrew (La fierecilla domada) de 1967 dirigida por Franco Zeffirelli sobre la comedia de Shakespeare. Con Butterfield 8 (traducida como Una mujer marcada) de 1960 recibió un Óscar a la mejor actriz. El segundo lo consiguió con Who's Afraid of Virginia Woolf (¿Quién le teme a Virginia Woolf?) de 1966.

No la recordamos, sin embargo, por haber sido simplemente una buena o gran actriz. Su personalidad en la vida real rebasaba con frecuencia a los personajes que representaba en la pantalla. Elizabeth Taylor fue una diva en el sentido cabal de la palabra. Lo que hacía fuera de los estudios era objeto de tanta o más atención que sus representaciones.(…)

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