No me gustan los acuerdos entre grupos de periodistas: desnaturalizan la competencia noticiosa.
No creo en otro código de ética que el compromiso con los fundamentos del periodismo: registrar bien la información, procesarla bien y presentarla bien. Para mí, en ese ciclo comienza y termina la responsabilidad de un periodista con su sociedad.
Me duele, además, pararme al lado de quienes nos robaron un canal de televisión y de quienes han sido mezquinos cuando la desventura se ha posado sobre compañeros de MILENIO.
Pero no puedo oponerme al espíritu del Acuerdo para la Cobertura Informativa de la Violencia, que se firma esta mañana en el Museo de Antropología. No me interesa el número de medios que lo suscriban y comprendo a quienes por necesidad de identidad en el mercado no lo hagan. Eso es anecdótico. Lo esencial será asumir lo que se firme. Así lo haremos en MILENIO.
Tuvimos oportunidad de revisar y opinar sobre el texto. Desde luego se mantuvieron frases que hubiéramos preferido se matizaran, adjetivos e interpretaciones de más. Por supuesto que el 90 y tantos por ciento del contenido lo aplicamos desde hace tiempo, en especial desde los secuestros en la Comarca Lagunera de julio pasado, propulsores en buena medida de este esfuerzo.
Bienvenido un acuerdo que parte de la premisa de “permitir a los informadores continuar con su trabajo y no dejar que el terror vaya cancelando plazas informativas”; que “respeta la independencia editorial de cada medio”; que nos fuerza a revisar el manejo de ciertas imágenes de los criminales (nadie ha arriesgado y se ha arriesgado más en este punto que MILENIO Televisión, ¿alguna duda?); que nos apremia a mejorar los protocolos internos para proteger a los reporteros.
Sería obsceno oponerse.
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