Hasta el domingo pasado, la única diferencia pública entre Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador, además de la lucha por la candidatura presidencial en 2012, era la alianza PAN-PRD para el Estado de México; el primero a favor, el segundo en contra, aunque hubiera tolerado las de Nayarit y Coahuila, y antes la de Oaxaca.
El jefe de Gobierno del Distrito Federal era, hasta ese día, uno de los más decididos promotores de dicha alianza y de la consulta para promoverla.
En su contra estaban, claramente, López Obrador, Alejandro Encinas y también Enrique Peña Nieto: el primero con su coalición PT-Convergencia y su movimiento, el segundo con su decisión de ser candidato sólo de una alianza de izquierda que incluyera al PRD, y el tercero con su reforma electoral.
Y así llegaron al domingo, un PRI ya con un candidato de unidad, Eruviel Ávila, un PAN atrapado entre su indecisión y ambición y un PRD dividido por AMLO y la alianza.
En estas condiciones, el eje conciliador fue Ebrard, quien ante el firme rechazo de Encinas de ir con una izquierda dividida, cedió, cambió de vía y, en aras de la unidad, dejó atrás la alianza PRD-PAN, lo que llevó a éste a ungir ayer mismo a Luis Felipe Bravo Mena como su precandidato de unidad, igual que el PRI, y evitar ser rebasado por los acontecimientos.
Así las cosas, ahora todo indica que la consulta sobre la alianza PAN-PRD fue una distracción, una finta, un engaño; que el PAN irá por su lado con Bravo Mena, el PRD aliado con AMLO y Encinas, y el PRI con Ávila y Peña Nieto.
Por lo visto, todos aprendieron, rompieron el juego de los encantados, reaccionaron nominando a su candidato y tirando por su querencia natural: el PAN con su ex dirigente nacional y ex secretario particular del presidente Felipe Calderón; el PRD con AMLO, y el PRI con Peña Nieto.
Las aguas, como los intereses políticos, buscaron su cauce y lo encontraron a trompicones.
En julio veremos al ganador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario