viernes, 18 de marzo de 2011

Trascendió


 Que el presidente de la Cámara de Diputados, Jorge Carlos Ramírez Marín, desafió ayer los análisis microbiológicos que evidenciaron la presencia de bacterias patógenas y coliformes fecales en el restaurante Los Cristales, del Palacio Legislativo de San Lázaro, y al término de la sesión se dejó ver degustando los platillos del establecimiento.

Se la jugaron también allí el coordinador de los diputados de Nueva Alianza, Reyes Tamez, y la priista neoleonesa Marcela Guerra, así como los perredistas Armando Ríos Piter y Vidal Llerenas, pese a que la concurrencia se redujo notoriamente después de la difusión de resultados de la “auditoría sanitaria”.

A ver si no les pasa lo que al ministro de Salud de Alberto Fujimori, allá en el Perú de los años 90, que comió mariscos en público para mostrar que estaban libres de cólera… y se fue al hospital diagnosticado con Vibrio cholerae.

Que cuando Felipe Bravo Mena creía que tenía el camino pavimentado para obtener la candidatura del PAN a la gubernatura del Estado de México, el pleno de Senado aprobó la licencia de Ulises Ramírez para pelearle la candidatura.

“Ulises who?”, expresan algunos que todavía piensan que todo se decide en el centro.

Que el coordinador de los diputados del PRI, Francisco Rojas, prefirió no hablar del hoyo de 220 mil millones de pesos a las finanzas que dijo Hacienda se abrirá, de prosperar la iniciativa fiscal del senador Manlio Fabio Beltrones.

Rojas pidió tratar únicamente la reforma laboral, de la que sí tiene interés en que se apruebe antes de que termine abril y, además, porque la presentó su fracción.

Para no dejar duda, entre los movimientos que concretó la bancada tricolor se incorporan a la Comisión de Trabajo y Previsión Social los priistas Alfonso Navarrete Prida y César Augusto Santiago.

Que, al parecer, el embajador de Estados Unidos en México, Carlos Pascual, es más incómodo para los senadores que para el mismo presidente Felipe Calderón o los miembros de su gabinete.

El único malestar común mostrado ayer en la comparecencia de la canciller Patricia Espinosa no fue el operativo Rápido y furioso ni los sobrevuelos de aviones no tripulados, sino la actitud del diplomático, de quien panistas, priistas y perredistas enfatizaron desconfiar.

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