jueves, 24 de febrero de 2011

[Ciro Gómez Leyva. La historia en breve] La diferencia entre López-Dóriga y Cordero



Si Joaquín López-Dóriga pudo darle la vuelta al episodio juay-derito, por qué Ernesto Cordero no podría hacer lo mismo con el oso de los 6 mil pesos, me preguntó ayer un simpatizante del secretario de Hacienda.
Por varias razones, le dije, aunque basta una para marcar una diferencia del cielo a la tierra: López-Dóriga, hasta donde sé, no es un precandidato a la Presidencia de la República.

Lo del querido Joaquín cae pleno en la picaresca. Así lo asumió, sabiamente, y supo darle el spin a su noche triste con Anthony Hopkins para convertirla en un sabroso pasaje de humor que congeló a sus feroces detractores. Y a fin de cuentas, no se trataba más que de una entrevista de televisión.
Cordero, en cambio, cayó en un pozo del que cuesta mucho salir: el del ridículo en “cosas serias”.

Es trivial enredarse en el cómo lo dijo-no lo dijo así-lo que quiso decir con los 6 mil pesos mensuales que le alcanzan a una familia para, y/o, un crédito hipotecario, un crédito para un auto, las colegiaturas en escuelas privadas. Erró y los adversarios expresan y seguirán expresando que un político “tan distanciado de la economía popular”, tan “insensible”, en lo último que debería pensar es en la Presidencia de la República.

Pocas cosas se pagan más caras en los brutales tiempos mediáticos, y ahora de redes sociales, que el ridículo. Por eso para los anticorderistas, fuera y dentro del PAN, los 6 mil pesos son un arma letal para reducir y, de ser necesario, suprimirlo. No importa que sea un buen secretario de Hacienda, un buen funcionario público, un buen hombre.

Así es esto. Pregúntenle si no a Pedro Aspe por el “mito genial” de la pobreza. Y eso, en el premediático, pre-Twitter 1993

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