jueves, 24 de febrero de 2011

[Jorge Fernández Menéndez. Razones] El amor por Gadhafi



Muammar Gadhafi, el tirano que gobierna Libia desde hace cuatro décadas, se tambalea. Acorazado tras enormes reservas petroleras de alta calidad, en un país sin constitución, sin parlamento y sin oposición legal, ha decidido aferrarse al poder; ha ordenado atacar con aviones y helicópteros a los manifestantes; como no confía en su ejército ha contratado a mercenarios de otros países africanos para reprimir las manifestaciones; ha condenado a muerte a todo el que pida su renuncia y ha cerrado las comunicaciones de su país con el exterior. En medio del caos, ayer Gadhafi recibió el apoyo incondicional de Fidel Castro, de Hugo Chávez y del presidente nicaragüense Daniel Ortega.
Ese apoyo de Cuba, Nicaragua y Venezuela a Gadhafi refleja perfectamente el perfil de los personajes que gobiernan esos países y el tipo de régimen que sustentan. 

El silencio de la izquierda mexicana ante las masacres que está perpetrando Gadhafi (se estiman en poco más de 300 muertos diarios desde que comenzaron las manifestaciones en su contra, aunque nadie sabe qué ocurre, sobre todo en el sur del país) es un síntoma inequívoco de lo lejos que ha quedado su sentido crítico contra las dictaduras y su lucha por el respeto a las libertades y los derechos humanos. 

Es verdad que ni el PRI ni el PAN ni tampoco la cancillería mexicana han expresado nada sustancial respecto a lo que está sucediendo en los países árabes, pero en el caso de nuestra izquierda ello es mucho más significativo aún. Y lo es porque son muy pocos los que quieren recordar que los hermanos Castro llevan más de medio siglo (más que cualquiera de los dictadores árabes derrocados o en peligro de serlo) con un régimen igual de cerrado y unipersonal, como los de Egipto, Túnez o Libia.

Porque los Castro, Chávez, Ortega son amigos y aliados de estos dictadores que se parecen tanto a ellos. Chávez ha visitado oficialmente Libia en seis oportunidades en los 12 años que lleva en el poder. Firmó 150 convenios bilaterales, condecoró a Gadhafi y le regaló una réplica de la espada de Simón Bolívar. (…)

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