Fiel a su costumbre, Andrés Manuel López Obrador ha vuelto a doblar las apuestas. Al anunciar el PRD que hará una consulta popular para ver si realiza una alianza electoral en el Estado de México con el PAN, AMLO solicitó licencia como militante perredista. En la práctica, está señalando que podría romper con el PRD e irse a otro partido. De esta forma, les ha puesto muy cara la posible alianza a los grupos que promueven dicha coalición: el que comanda Jesús Ortega y el que lidera Marcelo Ebrard. Ha llegado, en este sentido, un momento de definiciones en la izquierda mexicana.
El chuchismo y el ebrardismo tienen dos opciones frente a la apuesta del lopezobradorismo. Pueden echarse para atrás de la consulta anunciada y, en la práctica, aniquilar la posibilidad de una alianza con el PAN en el Edomex. Si hacen esto, AMLO automáticamente ganará el juego y podrá declararse como el virtual candidato presidencial de la izquierda.
La otra opción para Los Chuchos y Ebrard es continuar con la consulta y negarle a AMLO la licencia que pide. De hecho, la figura de la licencia no existe en los estatutos partidistas. O se es militante o no se es. No puede haber medias tintas. Ahí está el caso de Fernando Gómez Mont quien, como también estaba en contra de las alianzas, renunció a una larga militancia en el PAN.
Si Chuchos y Ebrard le niegan la licencia a AMLO, le dejan la siguiente jugada al tabasqueño. Tendría tres opciones. Podría quedarse en el PRD, esperar a ver qué sale en la consulta y, de ser favorable el resultado, pues aceptar la alianza de mala gana y protestar vocalmente. Un poco como le hizo el año pasado en algunas elecciones estatales donde hubo alianzas (Sinaloa y Puebla). Otra opción es permanecer en el PRD pero poner a un candidato en el Partido del Trabajo para sabotear a la alianza. Eso incrementaría los costos de una coalición con el riesgo real de perder, tal como ocurrió en el proceso electoral de Durango el año pasado.(…)
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