El PRD atraviesa por uno de sus peores momentos, dividido, aliado con el PAN, que es gobierno, y desacreditado por quien fuera su más importante activo político, Andrés Manuel López Obrador, quien en 2006 lo llevó a sólo 125 mil votos de la Presidencia de la República.
Nunca había estado el PRD tan cerca de Los Pinos.
Desde entonces, y para algunos desde antes, López Obrador se había, más que desmarcado del PRD, impuesto a él para luego irlo dejando en una transformación en la que él crecía mientras el partido se disminuía, al punto que hoy es inocultable su rompimiento con la dirigencia de Jesús Ortega, estableciendo una relación perversa en la que él no se va, aunque amague, y el PRD no lo deja ir, aunque finte.
Por muchísimo menos de lo que ha hecho AMLO, suspendieron los derechos de militante a Ricardo Monreal acusado de apoyar, en Zacatecas, a un candidato de otro partido, su hermano, que iba por el PT, a lo que no se han atrevido con López Obrador.
Hoy la discusión central en el PRD va entre dos cortinas de humo, como les gusta decir de los demás: la alianza electoral para el Estado de México, a la que AMLO se opone, y el trámite de su licencia partidista, que ya descartaron, lo que ha distraído de lo que es la aduana más próxima de ese partido: la renovación de la dirigencia que encabeza Ortega, lo que tiene como plazo fatal el 19 del mes que viene, y para la que no se aprecia preparativo alguno, al contrario.
Este desdén por el proceso de cambio de sus dirigentes lo veo como el anuncio de un interinato a partir del 19 de febrero, a la falta de un proceso para elegir a su nuevo Comité Ejecutivo Nacional.
Y no será la primera vez.(…)
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