La política en muchas ocasiones no perdona: Sócrates Rizzo, un hombre que llegó con enormes expectativas al gobierno de Nuevo León, visto como uno de los políticos más cercanos al entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, no pudo terminar su sexenio: debió renunciar luego de innumerables denuncias en contra de su administración por malos manejos (su representante en el DF, habrá que acordarse, era Napoleón Gómez Urrutia, quien entonces no recordaba que era minero), pero sobre todo por una crisis de seguridad. Unas semanas antes de la renuncia, en enero del 96, fue asesinado en un restaurante frente a Cintermex (el principal centro de convenciones y exposiciones de la ciudad de Monterrey) el abogado Leopoldo del Real Ibáñez mientras platicaba con el director de la Policía Judicial del estado, Fernando Garza Guzmán.
El asesino, que supuestamente fue herido por los custodios del jefe policial, pudo escapar. Garza Guzmán siempre dijo que había recibido “órdenes superiores” para entrevistarse con Del Real Ibáñez, un personaje gansteril, presuntamente relacionado con el narcotráfico y con otros personajes tan oscuros como Guillermo González Calderoni, un ex jefe de la Policía Judicial muerto unos años después. Las relaciones de Del Real con funcionarios del gobierno de Sócrates Rizzo catalizaron las denuncias y si bien nunca se establecieron requerimientos legales en su contra, llevaron al gobernador, muy enfrentado con el entonces presidente Zedillo, a presentar su renuncia. Lo reemplazó el ahora diputado Benjamín Clariond.
Sócrates cayó por una crisis de seguridad que sería algo así como el huevo de la serpiente, desde donde se comenzó a generar la crisis de magnitudes mucho mayores que conocemos ahora. Por eso resulta por lo menos paradójico que el ex gobernador diga ahora que “antes” los gobiernos priistas mantenían la paz con los cárteles del narcotráfico distribuyendo las rutas de la droga entre los mismos. Luego Sócrates se desdijo y aseguró que había querido decir que había una mucho mayor coordinación entre las autoridades y los órganos de seguridad, pero la declaración ya no podía ser retirada.
En realidad, lo que hizo Rizzo fue repetir algo que se ha dicho hasta la saciedad y que creo que es parte más de la mitología política de la época del presidencialismo imperial, diría Krauze, que de la realidad. No deja de ser extraño que haya sido durante el periodo de Pablo Chapa Bezanilla en las investigaciones de los casos Colosio y Ruiz Massieu, cuando se impuso esa versión, que incluso daba cuenta de hechos casi alucinantes, como una reunión en el rancho Las Mendocinas, de Raúl Salinas de Gortari, donde supuestamente durante todo un día departieron alegremente todos los miembros del gabinete, algunos políticos de alto rango (incluido Sócrates Rizzo, que fue uno de los personajes sospechosos de aquellas tramas fantásticas de Chapa Bezanilla) y todos los jefes del narcotráfico de entonces.(…)
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