Se escucha y se lee en todas partes, tanto que empieza a ser un lugar común, que el presidente Calderón está obsesionado con no perder las elecciones de 2012 frente al PRI.
Se añade que hará todo lo que esté en su mano para evitarlo, subrayando la palabra todo como un anticipo de guerra a muerte, más dura entre menos viable sea repetir la victoria del PAN o, al menos, evitar la del PRI.
No han faltado en México presidentes empeñados en ganar las elecciones a toda costa. De hecho, no ha existido ningún presidente resignado a perderlas.
Pero perder las elecciones puede ser un triunfo histórico para los presidentes, como lo demuestra el caso del ex presidente Zedillo, quien goza del doble prestigio de haber enderezado la economía y haber asumido democráticamente la derrota de su partido en el año 2000.
De haber procedido con similar desapego a la victoria a toda costa, el antecesor de Zedillo, Carlos Salinas de Gortari, habría quizá cosechado esos mismos lauros.
Luego del asesinato del candidato del PRI Luis Donaldo Colosio, en marzo de 1994, Salinas pudo haber hecho el ajuste económico que su gobierno necesitaba, devaluando la moneda, aunque esto debilitara su presidencia y al candidato presidencial de su partido.
Quizás habría pagado el daño en las urnas, pero habría entregado a su sucesor una economía estable, en vez de la bomba de tiempo que entregó y cuyo costo le hizo pagar el gobierno de Zedillo.
De perder en las urnas el PRI, probablemente Salinas hubiera tenido que entregar el poder a la oposición representada por Diego Fernández de Cevallos, pero lo hubiera hecho en condiciones de estabilidad financiera, lo cual hubiera permitido un tránsito tan suave como fue el de Zedillo a Fox, en el año 2000.
Fernández de Cevallos había ganado arrolladoramente el debate entre los candidatos presidenciales previo a las elecciones de 1994. Desapareció luego del escenario.(…)
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