Mañana se decide el futuro del PRD, aquel partido aglutinador de la izquierda que estuvo a las puertas de ganar la Presidencia de la República hace menos de cinco años y que hoy naufraga, roto y dividido, entre sus contradicciones y debilidades, sus alianzas y protagonismos, expresión de la lucha despiadada por el poder.
Y en esa travesía a la deriva, mañana tiene que cambiar su dirigencia nacional en lo que no hay claridad ni certidumbre, lance en el que, como siempre, se enfrentan las dos corrientes: chuchos contra pejistas, por el control de esa franquicia.
Parece que el PRD o es de Nueva Izquierda o es de López Obrador, no puede ser de todos, despreciando a las bases que lo conforman.
Mañana, cuando se sienten los integrantes de su consejo, se verán las caras con pintura de guerra, como se las han visto desde hace años: unos los buenos y otros los malos, sin poder identificar quiénes son unos y cuáles los otros.
La fractura favorecería a Jesús Ortega y su corriente, que tiene la mayoría en ese órgano, aunque no la calificada de dos terceras partes, para lo que tendrá que hacer una serie de concesiones.
En este enfrentamiento, porque más que el proceso es un choque, otro más, ha sido notable la intervención de Marcelo Ebrard en busca de una tercera vía en la persona del diputado Armando Ríos Piter, al que las corrientes, en sus ambiciones, desdeñan.
Así, al PRD no le quedará más que votar a Jesús Zambrano, de Los Chuchos, como presidente, lo que haría de Dolores Padierna la secretaria general, por reglamentos internos.
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