lunes, 14 de marzo de 2011

[Jorge Fernández Menéndez. Razones] Las consecuencias de la tragedia


Japón llevaba diez años sin crecimiento importante, con la deuda pública más alta como porcentaje del PIB de los países desarrollados, acababa de perder su sitio como segunda economía del mundo, desplazado por China, y el terremoto y el tsunami del viernes han dejado el país en una situación de extrema gravedad. En la vida siempre hay paradojas difíciles de comprender.

Japón se había preparado, casi como ningún otro país, para un sismo de gran magnitud. Es verdad que un terremoto de 8.9 grados de la escala de Richter era una posibilidad que se veía lejana (el sismo en la Ciudad de México de 1985 fue de 7.9 grados, y un grado de esa escala marca una diferencia de casi mil veces en la intensidad), el grado de preparación lo demostró el hecho de que los grandes edificios, las grandes instalaciones se mantuvieron en pie: el número de víctimas ocasionado directamente por el sismo fueron muy pocas a pesar de que fue de tal intensidad que literalmente "movió" a la isla de Japón 2.4 metros según mostraron fotos de satélites de la NASA.

Para lo que no estaban preparados fue para el tsunami posterior: un movimiento de agua terrible que penetró en algunos lugares hasta cinco kilómetros tierra adentro y arrasó con todo. De allí vienen las víctimas, los mayores destrozos, los costos materiales y humanos. En realidad es poco y nada lo que se puede hacer para prevenir un tsunami de esas características, pero el otro daño que tendrán que decir los especialistas si era o no prevenible, es el que ha afectado a dos centrales nucleares (…)

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