martes, 1 de marzo de 2011

[Julio Hernández López. Astillero] Recomponer a la izquierda



  • AMLO, con empresarios
  • Ebrard y la última alianza
  • Cárdenas ante el bumerán


Hay un ambiente generalizado de enrarecimiento en el país. No sólo es la violencia desatada a partir de la demencial guerra contra el narcotráfico y la consecuente demostración pública, constante y consistente, de que se vive en una virtual ley de la selva, sin instituciones ni Estado capaces de ofrecer seguridad a los ciudadanos y respeto a las leyes. Es como una neblina generalizada, que impide ver con claridad los procesos e identificar y valorar personajes, propuestas, intereses y eventuales desenlaces. Escenarios intencionalmente marcados por la confusión y la imprecisión: a río revuelto, ganancia de las elites siempre pescadoras.

La izquierda electoral está hoy en esa sala de cirugías opacas. El modelo mercantil del perredismo pareciera agotado, pero subsisten voces que pretenden darle vida artificial e impedir su reforma y reconstitución. A las conocidas tretas de los dirigentes del grupo denominado Nueva Izquierda se han sumado las palabras, que han merecido interpretaciones multívocas, del dirigente histórico Cuauhtémoc Cárdenas, que en función de su tradicional seriedad declarativa ahora pareciera fuera de tono, viruela sarcástica a edad impropia, lo que pareciera someter un debate fundamental –el rumbo de la izquierda ante las alianzas con el PAN– a enredos y bromas que degradan la discusión y abonan la rispidez, como se ha visto con las respuestas casi coléricas del dirigente formal, Jesús Ortega, y con las reacciones de antiguos seguidores del ingeniero michoacano que ya se sentían distantes de él pero ahora reviven enconos al encontrar en sus palabras e intenciones recientes una apenas disimulada pretensión de continuar entrampando a López Obrador.

Los golpes de malograda ironía cuauhtemista tienen mayor resonancia negativa si se toma en cuenta el difícil contexto de recuperación y crecimiento de ese (pre)candidato tabasqueño. Sometido a una fragorosa campaña de difamación, sobre todo en medios electrónicos, y sujeto a una estrategia de marginación mediática que buscó su desvanecimiento en el radar popular que es definido en gran parte por la presencia o ausencia en las pantallas de televisión, López Obrador ha ido remontando obstáculos y retomando un posicionamiento competitivo. Ayer, por ejemplo, tuvo reuniones que en dos polos permiten valorar sus avances. (…)

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