El desastre que vive el Partido de la Revolución Democrática alcanza dimensiones inconmensurables. Si alguien alguna vez diseñó una crisis, jamás hubiera alcanzando a imaginar lo que hoy vive el partido que surgió del hartazgo por el priismo y como una opción de cambio, vida y gobierno, lo que perdió en el camino por la cercanía con el poder y el surgimiento de iluminados.
Bajo el liderazgo de Cuauhtémoc Cárdenas, el PRD sumó, que no aglutinó, a toda la izquierda que ahí encontró un espacio y una plataforma llevándolo en dos ocasiones a las puertas de la Presidencia de la República, en 1988, con Cárdenas como candidato del Frente, germen de lo que sería partido, y en 2006, con Andrés Manuel López Obrador, germen de la agonía que hoy vive el partido.
En ese tramo, el PRD fue esperanza y decepción, izquierda y derecha, gobierno y oposición, farol y candil; en ese tramo fue génesis y desazón de la oposición de izquierda.
Hoy, se debate, ya no diga entre el ayer y el mañana o entre ser gobierno y oposición, hoy el PRD se debate entre izquierda y derecha, entre tribus y programa, entre liderazgos y principios, extraviado, sin identificar, siquiera, las diferencias entre unos y otros, sin saber transmitirlas, dejando la imagen a la confusión y el argumento a la diatriba.
Mi pregunta es muy sencilla, ¿quién le ha hecho más daño al PRD, el PAN-gobierno, el PRI, López Obrador, su actual dirigencia o el mismo perredismo?
Una respuesta es la suma de todos los factores, la otra, que agrava la primera, es la de las tribus y liderazgos internos, que ahora se hayan exportado y endurecido al máximo en la persona de López Obrador, hasta llegar al punto de que nadie habla tan mal de ese partido que su ex dirigente nacional y ex candidato presidencial.
En esto, insisto, ha sido fundamental su dirigencia, que hoy, a 18 días de su relevo, no ha movido un dedo, lo que agrava la crisis.(…)
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